domingo, 24 de abril de 2011

Lugares sagrados

El Encuentro con lo Divino

El hombre, prácticamente desde sus ancestros, ha albergado anhelos de trascendencia. Esta búsqueda más allá del mundo sensorial, del plano de lo relativo, apunta precisamente a niveles más sutiles del ser, y los mecanismos y recursos, por los que se ha adentrado hacia dichos niveles, han sido muy variados de civilización a civilización, de cultura a cultura, de conocimiento a conocimiento, e, incluso, ha dado lugar, con el transcurrir del tiempo, en el seno de una misma tendencia, a numerosas ramificaciones.


Toda esta trascendencia comienza en el individuo y supone una radical transformación que apunta hacia el interior. Los diferentes sistemas de búsqueda interna tienen una sola meta, pero sus itinerarios o vías iniciáticas pueden parecer, desde una observación externa y, ¿por qué no?, fundamentalista, a veces hasta contradictorios. Aquí entra de pleno el mundo conceptual que clasifica y selecciona, analiza y separa, arrancando, precisamente, desde su principal etiqueta: lo sagrado.






Todo lo que nos trasciende, lo sutil, lo no sensorial, parece rodeado de un halo de misterio, pero, al respecto, quizá cabe apuntar la manida frase que reza: “muchos son los llamados y muy pocos los elegidos”. Y es que “el secreto se protege a sí mismo” del uso y la mirada “pagana” que no es otra cosa que desconocimiento o ignorancia, en el sentido de ausencia de sabiduría.

En el terreno de lo iniciático, de la búsqueda de lo divino, se produce el fenómeno crucial que despliega todo el interés y procura el perdurar en el tiempo: el rito y el mito.

El hombre anhela la perfección y la sabiduría, la felicidad eterna, más allá de lo perecedero y accidental, y se asoma al espejo de lo divino a través del arquetipo que se instala, como diría Jung, en el inconsciente colectivo de la humanidad, y que, cuando se dan las condiciones propicias, y se recrea el marco y la atmósfera sagrada, con el ceremonial del rito y la invocación, en una suerte de sincronicidad emerge el mito, la experiencia y la revelación. A partir de ahí el despliegue de iconos, ídolos y divinidades es amplísimo, y sus vidas y hechos son registrados en textos sagrados. Salmos, sutras y versos, alumbran la senda a seguir, transmitiendo a cada cual según su entendimiento e inclinación, utilizando soportes formales (monoteísta y politeísta) o desde lo Absoluto o no-teísta con soportes sin forma (vacuidad). Sendas que por laderas diferentes nos llevan hasta la cima de la montaña, como apunta el proverbio zen, y que, como dijo Sri Aurobindo, el sabio indio de Pondicherry, son tantas como seres humanos.

La religión (religare, reunir) es una vía genérica expuesta por los avatares y profetas para conciliar lo humano con lo divino, y se sustenta en el ritual para rememorar los principales hechos que un día fueron enseñanza viva, en estado puro.



Gracias al ceremonial religioso se actualiza la memoria colectiva mediante símbolos primigenios que, con la fuerza de la repetición encienden en el corazón del devoto, la llama del amor viva, “toda ciencia transcendiendo”, como dijo San Juan de la Cruz.











Los rituales míticos y místicos celebrados desde sus orígenes, en los que ocurrieron experiencias de lo trascendente, han marcado los lugares donde se perpetúan de un carácter sagrado. Son sitios destinados exclusivamente a tal fin y han quedado impregnados de esa atmósfera o energía especial, donde lo sobrenatural abraza lo humano, y que sólo aquellos espíritus sensibles saben hacerse de ello eco y nutrirse en tal ambiente.









 Lugares de peregrinación, templos que albergan reliquias sacras, monasterios y sitios destinados a la oración y la contemplación incesantemente, o santuarios levantados en honor a un santo. Centros sagrados de gran tradición y poder, que magnetizan a miles de personas buscando ese encuentro con lo divino a través del calor de la emoción y la devoción por unos hechos extraordinarios, protagonizados por un personaje singular que está revestido de santidad por su ejemplaridad moral y que, a veces, se pierde en la leyenda, rodeándose de misterio y alimentando una aureola de tintes deificados
 








 Una vez escuché a un amigo y buscador de la espiritualidad donde los haya, que, habiendo viajado al corazón de Méjico, al encuentro con una chamana poderosa para trabajar con ella internamente, le transmitió que cuando se llega a un lugar, en el que se es forastero, para practicar la vía interior, era conveniente presentarse a la Virgen o Patrona del mismo en su santuario o centro de poder para solicitarle su permiso. Eso eliminaba muchos obstáculos y abría puertas cuando se entra en su radio de acción y gracia.
 

El que suscribe este artículo tuvo la ocasión de hacer esto hace ya bastantes años, de una forma más o menos voluntaria, cuando el azar me arrastró literalmente a uno de estos sitios entre los cientos de romeros. Poco tiempo después mi vida se revolucionó y conocí a mi compañera espiritual, con la que resido actualmente a los pies de uno de estos Santuarios.
Indiana Om

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1 comentario:

  1. Y yo aquí a más de 700 kms de distancia y en un post operatorio que ha resultado duro, leo lo que escribe mi maestro Indiana y e emociono, consigo conectar con la energía y las sensaciones que nos transmites.
    Esa puerta interior que cada martes y jueves se abre un poquito más a nosotros mismos y nos desvela el gran misterio. Existencia - no existencia... me siento como en casa leyéndote. Gracias a todas las personas que hacen posible este gran encuentro de almas. Un beso desde Barcelona

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