jueves, 4 de agosto de 2011

ADICTOS AL PENSAMIENTO

Acercarnos al fenómeno de la mente, a nuestra propia mente. Es algo que nos atribuimos como una parte integrante importante, no se puede negar, y que además es un agente decisivo en nuestra vida.
 
 No obstante y tras una reflexión aproximativa, no sólo encontramos características sustanciales para abarcarla (forma, color, tamaño…), sino que además parece tener una actividad frenética fuera de todo control, al menos de nuestra voluntad.



¿Cómo podemos plantearnos ser los dueños de nuestras propias vidas sino podemos serlo de esa entidad, tan cercana a nosotros, como desconocida?



Si nos detenemos un instante, unos pocos minutos, y, sentados y quietos, cerramos los ojos, podremos comprobar que nos vemos inundados por un torrente de contenidos psíquicos: pensamientos, imágenes, diálogo interno…





Eso está ahí, constantemente, sólo nos hemos hecho un poco más conscientes al acallar el ruido exterior de nuestras actividades. Nos asalta una imagen desde el pasado, que conecta con una canción, la música nos desliza hacia una situación anticipada donde nos encontramos con unas personas que, a su vez, nos conectan con otros recuerdos que, aunque no tengan ni remotamente que ver con el primer pensamiento que abrió esta espiral psíquica, a su vez nos montarán en nuevos trenes mentales que nunca podemos prever donde nos llevarán.

Y esto es algo incesante en nosotros, minuto a minuto, día tras día, año tras año. Somos unos adictos al pensamiento discursivo que nos embauca sin cesar y, sobre todo, que nos aparta de la realidad, creándonos una falsa y artificial realidad subjetiva que llevamos a cuestas envolviéndonos y enredándonos, apartándonos del presente y transportándonos a un tiempo ficticio a base de recuerdos (deseos o aversiones) y situaciones anticipadas (pre-juicios).


El percatarse de todo esto desde la propia experiencia es un gran paso porque detecta y enfoca lo que queremos cambiar (si así nos lo hemos planteado). Crear interrupciones puntuales, discontinuidades (intermitentes al principio), es abrir una brecha en el aluvión descontrolado y poderoso.
El caer en la cuenta es el asunto primordial
                                                    de la mano de un saber parar.

Indiana Om
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