Todo el conocimiento e información acumulado a lo largo de tu vida no ha sido suficiente para proporcionarte la tan ansiada estabilidad en todos los órdenes (profesional, afectivo…) en los que se te hizo creer.
Tantos años de esfuerzo han supuesto un laberíntico recorrido estéril y agotador sin recompensa.
Buscabas paz en el fragor de una batalla sin fin en la que te habían reclutado, has empezado a verlo, a pesar tuyo. ¿Y ahora qué? Entre las cenizas de mis consolidados ideales me pregunto. ¿Qué rumbo tomar si es que tan siquiera existe uno con la suficiente fiabilidad como para emprenderlo? En ese estado, decíamos, de profundo y confuso desencanto, atisbamos otros dominios en apariencia muy diferentes, opuestos podría afirmarse. Nos sale al encuentro la espiritualidad, con las mayúsculas más grandilocuentes, estamos tentados a afirmar. Esa, se nos dice, es la auténtica vida. Es la solución a todos los conflictos, el resultado acertado a nuestros problemas. Despertaremos al fin de la pesadilla. Nos liberaremos de la esclavitud de una existencia burda y material. Arrojaremos luz sobre nuestras oscuras mentes. Nos iluminaremos y santificaremos. Seremos diferentes, especiales, cuando poseamos la Verdad de todo. Alcanzaremos el máximo poder al que un ser humano puede aspirar. Todos nuestros asuntos irán sobre ruedas y el resto de la humanidad te ensalzará como un ser único y superior en el que te convertirás al sobreponerte a la baja condición que somete a todos los demás seres y haber sido capaz de llegar a lo más alto, tocando el cielo desde la tierra. No en vano se te dan muestras de modelos humanos divinizados como prueba de fe de un camino que trazaron y sobre el que tú, tan sólo por atisbarlo, has colocado ya tu pie. Jesús, Buda, Mahoma, Krishna y tantos y tantos otros sabios, místicos, yoguis y santones, emergerán ahora como oasis vivificadores en el desierto de tu existencia, camino de la Tierra Prometida, los paraísos perdidos o el Edén tan codiciado.
Y vestido (más bien desnudo, proclaman ellos) con una nueva indumentaria que te hace sentir de una manera muy diferente y especial, emprendes el peregrinaje hacia un lugar del que todos hablan incesantemente describiéndolo de mil y una forma, ejerciendo sobre ti un hechizo sin precedentes en tu existencia. Se te muestra tan atractivo como lejano. De tal forma actúa el sortilegio que cuanto más te introduces en uno de los caminos que supuestamente conducen a él, cuantas más millas recorras y años dediques, cuanto mayores esfuerzos consagres en la búsqueda, la meta sagrada, como el horizonte (eso sí, luminoso) retrocederá a cada paso que des.
Pero el canto de sirena ya ha calado en tu alma. Eres el elegido, llevabas millones de existencias buscando y ésta, ahora, es la gran oportunidad de todas tus vidas. Renunciar a ello es caer de lleno a un infierno aún mayor del que has salido, porque ahora ya te han dicho que hay una verdad y se te ha concedido el privilegio de una “ruta iniciática” para conseguirla. Pasarías el resto de tus días lamentándote en la miseria por no haber aprovechado el mapa hacia “El Dorado”.
Te ofrecen la mayor fortuna a cambio de renunciar a tus escasas pertenencias. Se te viste con los harapos de la “humildad” para aspirar al trono real. Se te aparta de tu pulsión sexual si quieres gozar del mayor éxtasis. Se te contrapone a los seres cotidianos (de entendimiento bajo) si quieres amar al prójimo como a ti mismo.
Renuncia al amor si quieres vivir en el Amor.
Olvida lo que sabes si aspiras al máximo conocimiento.
Todo esto te parece ahora, bajo el efecto del radio de acción de las conciencias expandidas, lógico. Quizá no lo entiendas, te dirás al principio cuando tu mente es todavía muy ordinaria, pero aceptando tu condición de novicio te internarás más y más en el paisaje espiritual en pos de la sabiduría que todo lo puede y que debe andar detrás de todos estos árboles, por cierto cada vez más frondosos, hasta tal punto, que a duras penas llegan contados rayos de sol.
Claro está, se me ha dicho, que todo se vuelve más oscuro cuando la luz está a punto de eclosionar, como la aurora antes del amanecer, y yo, que todavía me rijo por la brújula de mi ego, no puedo comprender que esta selva virgen espesa por la que me estoy abriendo paso a base mantras y rituales, es el fruto de mis acciones en el pasado, es el Karma que he plantado yo con ciega dedicación, semilla a semilla, por eso ignorantemente me digo, como Obélix cuando tropezó con un roble aturdido por el enamoramiento hacia Falbala, “es que este bosque está muy mal organizado, hay árboles por todas partes”.
Ahora pertenezco a un comando especial, soy un soldado (del amor) y como tal no se me instruye para pensar, sólo para ejecutar órdenes en la ofensiva contra el gran y temido enemigo terrorista: el EGO.
(continuará)
Indiana Om
© Todos los derechos reservados
¿Será posible que nuestro mayor enemigo sea nuestro ego? ¿Hasta tal punto lo desarrollamos? Es cierto que, a veces, tardamos en enfrentarnos con nuestra realidad pero, en el fondo, si hay alguien a quien no podemos engañar es a nosotros mismos. Conmigo es así.
ResponderEliminarGracias por tus palabras en mi blog. Quisiera tener esa fuerza de la que tú me has hablado pero me temo que sólo soy una gran actriz, que represento su papel de fuerte, pero que cuando se acaba la función, siente que las lágrimas se agolpan y se apodera de mi una tristeza -que dura poco, es la verdad, pero que está ahí- signo quizá de un vacío en mi vida que nunca llegó a realizarse. Es decir, yo tuve un cántaro pero estaba lleno de agujeros por los que escaparon algunos de mis más anhelados sueños. Perdona, me enrollo con facilidad. Tengo mis necesidades esenciales cubiertas, puedo vivir con sencillez pero sin que me falte nada básico. De vez en cuando, puedo ver a mis hijos, tengo amigos, me distraigo con muchas otras actividades. La vida me trata bastante bien y entonces a qué vienen esas repentinas sensaciones de tristeza.
Un abrazo. Franziska