miércoles, 26 de octubre de 2011

EL ANGELOTE NARANJA SOBRE UN CIELO APETITOSO

 Cesa la lluvia y poso mi mirar en el angelote de piedra que toca ausente la pandereta sentado en la oronda bola grande sobre la pilastra de la terraza. Está recostado sobre el trozo de un cielo que empieza a escampar. Por encima, el algodón malva y dulce de los nublos. Está atardeciendo. Para ser más exactos, son los últimos destellos tamizados del ocaso.
 Ese angelote, ¿no era blanco?... Por un instante la escenografía es mágica, trasportadora. Tan sólo por ese instante se me hace que la figura gordita se muestre de un naranja inusual arropado por un también inusitado cian de fondo, a su vez enmarcado por violetas apetitosos.
Me quedo ahí, absorto, (¿atrapado?) en el momento. Si esto es un rapto no quiero que nadie pague el rescate, por el momento. Por ese preciso y precioso momento. Permanezco ahí. Ya no sé si permanezco. Tan sólo está ese hermoso cuadro imposible de pintar porque el artista se esfumó. La mirada regresa a la hoja en blanco que intentaba grafiar o escribir por el mero hecho de hacerlo. Con o sin inspiración. Regreso al angelote. Más bien es él el que lo hace. Ya no está. La luz naranja se esfumó. El cian también.
Empieza a caer la noche. Vuelvo al papel y al bolígrafo que ahora es rojo, (el azul se agotó). Aparece un sentimiento de melancolía e impotencia por una hermosa pintura que nunca fue. Que nunca será. El modelo se esfumó. El artista también. ¿Quién podría plasmar qué? ¿Para quién y para qué? ¿Por qué?... Por nada. Para nada. Y sin embargo me empeño en existir. En seguir siendo.

Creo que te hablo,
y estoy diciéndote lo que no me digo. 
Me parece que te escucho, 
y me estoy oyendo en esta conversación imposible, 
y a veces ¡tan impasible! 
Oigo lo que quiero oír 
y sin embargo no me están diciendo.
 Hago el amor porque no soy capaz de quererme. 
Violo y violento mendigando afecto.
Hago la guerra hambriento de paz. 
Grito desgarrado implorando silencio. 
Reclamo ansioso la paciencia, 
y corro en pos de la quietud. 
Salgo para poder entrar en mí.
Me agoto buscando resuello. 
Cierro, al fin, los ojos, porque quiero ver. 
Y veo más cuanto más oscuro está.
¿Adónde fue el angelote naranja?
Indiana Om
© Todos los derechos reservados

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...