viernes, 14 de septiembre de 2012

AMOR EN TRÁNSITO (3ª Parte)



lll
        En esas, me dedico a existir. Así, al desnudo. Sin tapujos ni zarandajas. No necesito ya excusas para vivir. La vida no es para mí. Mejor dicho, yo, el fantoche que ensayé todos estos últimos meses, tal vez ya algún año, no era digno de la vida. Mi vida no podría estar edificada ya sobre los pilares de un sentimiento tan distorsionado como insignificante, pero con la fuerza suficiente como para abducir a un pobre diablo como el yo, mi yo, de hasta ahora. Mi vida de hoy ya no me pertenece. No me la atribuyo. Diluyo, toda acreditación que me señale en un punto y con una dirección. Nada apunta ni me apunta. No obstante todo despunta en ese amanecer prolongado que alumbra sin propósito ni de enmienda. La mierda abonó el árbol que apunta ya maneras y nuevos frutos. Yo siento que ya no vivo, y no es por la desazón de no tenerte –si es que en vez alguna te poseí- . La Vida habita en mí. Me abordó sin escrúpulos y, a pesar de mis estúpidos juicios, se instaló como no podría ser de otra manera. Ocupó su lugar que yo había intentado desplazar con mi insensata espiral de emociones. Una escalada que me bajó a los inframundos del victimismo más adolescente y ciego, jamás antes conocido en mi guión. Una peligrosa arma adictiva.

"Richard Estes"

        La vida me habita. Yo soy el que a ella le pertenezco. Ella disfruta de sus dones a través de mi discurrir. Experimenta sus ensayos conmigo por toda excusa. Ella me lleva y conlleva. Tan sólo tengo que retirarme de mí. Ausentarme. Enajenarme de cualquier enajenación que me muestre en lo ajeno lo extraño. La vida es todo y está en todo. ¿Cómo pude pretender alguna vez recluirme de ella? Puedes nadar a contracorriente o ponerte al pairo de sus vendavales, pero jamás –créeme- podrías mantenerte al margen. Un margen inexistente. Eres precisamente tú el que traza quebradizos límites en lo infinito. Te esfuerzas en conservarlos. Te anexionas reinos oscuros en lo que está claro. Y, en tu pobreza, en tu indigencia de espíritu, sucumbes agotado, como un débil dique arrollado por unas aguas salvajes que no han nacido para ser relegadas. El océano es, sin más, y yo me empeñé en su estar, en una estancia estrecha de mi miope visión que quise, en mi fanático fundamentalismo, imputar a los demás, a cuantos personajes encontré en mi camino a ningún sitio, reclutando mercenarios para mi ciega cruzada.

"Rob Hefferan"
        Ya no te puedo ver, aunque quisiera con empeño, en ningunos ojos, amada. Ya no estás más en mis escenografías. Te desalojaste involuntariamente con ese hilo de luz que horadó mis estancias secretas. Ya no eres el pretexto de un sentimiento incipiente y absorbente en mí. No te retendré ni entretendré más. Sigue tu libre flujo. Obedece a lo que te hayas forjado. Te doy, profundamente reconocido, las gracias por haber desatado en mí un torrente de reflexiones. Sí, porque tú has sido el detonante atronador de todo esto. Gracias por desviar el amor hacia mis entrañas, hasta el ardor más corrosivo. Gracias por tu insistente presencia en todos los recodos de lo que yo tomé por mi vida, por aquel entonces. Gracias, porque cada pliegue del destino que compartimos me intoxicó hasta un grado tal de locura, que desentumeció y propició las brisas más frescas en el infierno que edifiqué en torno mío.

        Ya no busco tu amor en todos y todo. Ese macabro invento de aventura me arrojó a los brazos de la vida. Directamente a los mismos brazos de lo que creía anhelar. Creí haber perdido al amor y estaba en ciernes de ser alcanzado por su esencia desnuda.

        Ahora, al fin veo y reconozco que  el amor no tiene rostro, cuerpo o apariencia. Localización o tiempo. Edad o forma. Sexo o especie. Ciudadanía o nacionalidad, como los pasajeros de esta terminal de tránsitos, de este aeropuerto, en la que me encuentro. Ya no huyo de ti, amada. Ya no escapo ni  de mi pantomima.

"Dan MacCaw"

       Si sigo viajando es porque en cada puerto me espera, no una mujer, como los marineros de leyenda. En cada país me aguardan todas sus mujeres sin excepción. Todas las mujeres de cualquier condición. Jóvenes, maduras, ancianas y niñas. Todas. Todos los hombres. Todos los seres. Animales e insectos. Objetos y lugares. Calles y plazas. Todas son mi casa. En todo sitio estoy en mi hogar. No deambulo ya desesperado, por los bulevares del tiempo, esbozando un cuadro romántico desfasado, de tristes cromatismos. Paseo. Paseo a través del espacio que no acaba, y en él me creo y recreo una y otra vez, interminablemente. El pasear no tiene un rumbo ni un destino. El paseo es precisamente ese recreo. Una delicada y minuciosa recreación en el espacio y el tiempo, donde saboreo los más exquisitos aromas secretos de la existencia. Acaricio en él cada banco astillado y avejentado de intemperies, que ha recogido mil pasiones furtivas en cualquier rincón improvisado. Soy esa pareja que se arrulla en mieles. Esas bocas que se comen con fruición. Ese anciano que atraviesa su última avenida cogiendo dulcemente la mano de su nieta, como si fuera su postrera misión. Esa chica que mira nostálgica a los hombres, buscando lo que tal vez jamás conoció. Esa madura solterona que, entrados en los cincuenta, lee novelas de amor en el salón de casa, donde el tiempo se ha detenido. Ese oficinista que jamás se atreverá a invitar siquiera a un rutinario café, a su compañera de ensoñaciones de la mesa de enfrente. Ese adolescente confuso e indeciso, que mira furtivamente a la chica de sus sueños más contradictorios, tres pupitres más hacia delante. Esa madre que amamanta a su cría en la fría madrugada, entre nanas improvisadas cuidadosamente. Soy esa pareja de ancianos olvidada en un asilo anónimo, que sigue manteniendo celosamente, con su mirada brillando en la opacidad de la edad, la llama de su amor encendida, ancestralmente, desde, casi, casi, su infancia, que se diluye entre los barnices, que amarillean, de sus recuerdos. Soy ese perro que aúlla en un arcén, lacerado de soledad, ante el cadáver enrojecido y restregado por los neumáticos de los vehículos, de su hembra, en una comarcal de provincias. Ese gato que maúlla preñado de celo en la lomera de una casa de aldea. Esas aves que entonan, altruistas, la banda sonora de cualquier amanecer. Ese asesino que se pudre en un calabozo gris, añorando a su novia de toda la vida. Esa prostituta inexperta que cuenta, billete a billete, incansablemente, el fruto de cien batallas contra sus escrúpulos, mientras sueña con sus retoños, aparcados en un país lejano, en casa de los abuelos. Ese púber que se interpone entre su madre y la borrachera de su progenitor. Esa niña que duerme abrazada a su cachorro, entre las sábanas de su cama. Soy… Soy todos los seres que no pueden zafarse de su destino. Todos los seres que se dejan vivir por el sino de la Vida, con mayúsculas. Que entienden este juego a su manera y participan aplicados. Que, aun no entendiéndolo, se empeñan en consumir y consumar sus días, sin discusión con los cielos. Despotricando de los infiernos. Pidiéndole a Dios una existencia más justa. Más ajustada a sus sueños. Más acorde a sus entendederas, que son las que el Creador quiso y ellos ejercen, por los escenarios pintados de “¡cómo pasa el tiempo!”.




        ¿Cómo pude pretender siquiera encerrar todo esto y más, en un molde tan estrecho como tú, amada? ¿Cómo pude ensalzarte a tan alto rango? ¿Cómo pude creer que alguien tan egoísta como tú podría albergar, o al menos suscitar,  todos esos sentimientos? ¿Cómo podría tan pingüe molde contener tan exquisito pastel? ¿Un cuerpo, tan humano como el tuyo, podría acaso expresar la incontenible belleza desparramada por todos los dramas de la Creación?

        ¡Qué absurdo y ridículo siento cuando reviso mis delirios que llamé amor!


Indiana Om



© Todos los derechos reservados  
Continuará.

19 comentarios:

  1. No se puede vivir en perfecta paz a través de un personaje imperfecto que sigue un programa diseñado para limitar nuestra vida a él. Olvidamos, nada más nacer, que somos luz, y poco tiempo después nos cargamos de responsabilidades que confunden lo que encierra el verdadero vivir y el Amor. Ahora más que nunca se entiende lo de “no somos nada”. Nada ante nada… porque nada está ocurriendo.

    Poco o mucho tiene mi comentario con la tercera parte de "Amor en tránsito", sólo expreso el sentir de hoy. Un hoy reflexivo ante este texto, que además es muy hermoso.
    Un saludo Indy.

    ResponderEliminar
  2. Que bien describes el darse cuenta de como hemos puesto en un pedestal a gente que no nos merecia...

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. En ese filosofar por la vida, hay algo muy cierto, la vida no nos pertenece, nosotros somos parte de ella y su paisaje, como tampoco nos pertenece el amor, ese amor de posesión, los amores son libres y se mimetizan con el paisaje. La creación es infinitamente bella como todo es bello a nuestro rededor y nadie puede enfrascar semejante beldad.
    Un texto maravilloso, te felicito por el logro.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  4. Es un texto genial, donde la madeja de la vida, va dejando sus hilos en el camino de imperfectos personajes especiales.

    un abrazo

    fus

    ResponderEliminar
  5. En esta fase del "amor en tránsito" él reconoce que puede ser cualquier persona, animal o cosa, pero no así ella. Como siempre, es un canto al yo (que puedo ser lo que quiera ser)frente al tú (que no puedes ser más que lo que eres)...El egoísmo es una virtud cívica de primer orden...pero quizás ella, tu y yo y nosotros y ellos podamos llegar a ser todos los demás...cuando llegue el momento de eliminar las diferencias.

    ResponderEliminar
  6. Es impresionante como atas la secuencia, como desbordas tus versos con rimas inesperadas, !que sentimientos! todo un torbellino, me alegra poderte visitar ahora más que nunca porque fue una locura entrar de nuevo a tu blog!!

    Mis respetos mj, saludos y abrazos calidos!

    ResponderEliminar
  7. Te dejè comentario en serie de poemas cortos.
    Hace dìas que intento llegar hasta tu blog, pero no me lo permitìa,decìa que no se encontraba, por lo tanto no pude leer la primera parte de Amor en Trànsito,menos la segunda.
    Pasarè con màs tiempo y leerè con tranquilidad.

    Besitos.

    ResponderEliminar
  8. Somos parte de la vida y nada nos pertenece, ni el amor...
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  9. Gracias Omar y Gracias Adriana. No sé exactamente lo que pudo pasar, pero por alguna razón se desactivó la opción del perfil de bloguer. Omar me dejó un aviso y pude solucionarlo.

    Os dejo un abrazo y de nuevo gracias.

    ResponderEliminar
  10. Me gusta leer cuuando uno-a se pierde, para encontarse a pesar de si hay dolor, mas fuerte y liberado.
    Me gusta mucho sigue...
    Besitos Indy.

    ResponderEliminar
  11. Siempre sentí como una simbiosis en que la vida me habita y yo a ella. Relfexionas sobre el paseo como recreo y sigo con la lectura de tu texto que abduce en cada frase para interesarme por lo que dirás en la siguiente que vas uniendo con una naturalidad pasmosa.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  12. ...la vida me habita...me ha gustado un abrazo desde los urrutias

    ResponderEliminar
  13. Hola, Om

    Resulta duro comprobar que a veces amamos a una ilusión o damos alas a la ilusión. Aprendemos con todo lo que nos ocurre, sentimos y vivimos.

    Besotes.

    ResponderEliminar
  14. Pensé mientras leía, somos como pequeños aeropuertos de la vida. Hasta que, un día, ella decide seguir enviando vuelos o cerrarlos.

    Saludos, Indy.

    ResponderEliminar
  15. he visto el retrato de la vida en tu escrito, y me queda el mensaje que todo lo que hacemos tratamos de verlo y vivirlo a través de nuestros sueños que siempre chocan con la realidad, saludos Indiana Om

    ResponderEliminar
  16. Todo lo que creemos que vivimos acaso no sea más que la excusa para reconducirnos (¿a quién?) hacia la Vida misma, aquello que está ahí, y que las empañadas gafas de nuestros pensamientos intentan convencernos de que ellos con su interpretación, son esa Vida.
    La Vida no puede ser vivida. Es ella misma la que vive. Deja que ella viva a través de tí (lo que hoy por hoy crees que eres) y todos los conceptos arrogantes irán sucumbiendo ante la magia de lo "orgánico"...
    INDY

    ResponderEliminar
  17. Cierto, porque el Amor fluye y no puede restringirse a un receptáculo egoísta.

    Saber Amar es riesgo y entrega; pura generosidad.

    Generosidad que fluye y si se enlaza en otra generosidad, pueden fluir juntas. Sino, hay solo estancamiento y podredumbre.

    Un abrazo, Indy.

    ResponderEliminar
  18. Pués si... al dejar que la vida viva, vive en mi. Y al vivir en mí, el amor no se agota.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...