viernes, 28 de junio de 2013

SENCILLOS CONSEJOS PARA MEDITADORES ESTIVALES

 


QUIETUD Y SILENCIO

Si tuviese que dar una instrucción a los que se acercasen al universo de la meditación, les diría un escueto: “quietud y silencio”.

"Ronny Behnert"
Meditación no es una técnica a practicar. Dhyana (meditación en sánscrito) es un sustantivo. No hay traducción para el verbo meditar, a la lengua de los yogas. Todo verbo nombra una acción, y toda acción es un suceso –un transcurrir-  en el tiempo. Las cosas pasan, solemos decir. Y meditación, el estado –más bien una condición- que denota, no es algo que se consigue, paradójicamente. 

Meditación es nuestra condición. Nombra la naturaleza de nuestra auténtica consciencia. No se está en meditación. Meditación es. Se es.

Cuando la mente se eclipsa, y con ella sus ingredientes que posibilitan el plato de la experiencia, el espacio y el tiempo, residimos en lo que podríamos denominar consciencia pura. La consciencia pura nos permite apreciar todo tal cual es, y no a través del filtro de la mente con todos sus condicionamientos adquiridos, memorias o automatismos reactivos, que se solapan sobre la experiencia en estado puro, del mundo y de nosotros mismos.

No estamos viviendo la vida, sino nuestra visión e interpretación particular de la misma, dictada precisamente por el acceso del mundo a través de esos filtros.

¿Qué hacer para “romper” esa ilusión? ¿Cómo deshacer el engaño? Precisamente no “haciendo” más en esa dirección. Evitando ese “más de lo mismo”. No alimentando con más energía esas pautas de relación con todo.

"Ronny Behnert"

Más que hacer, hay que propiciar que todo lo que hemos “edificado” en torno nuestro, se deshaga, se desmorone. Se habla de soltar todo en nuestras meditaciones. Yo aconsejaría no obstante elno cogernada, siempre y cuando, desde la calma, sea capaz de ver llegar los eventos.

Quietud y silencio, de cuerpo, palabra y mente, por todo consejo. No se trata de no-hacer a base de hacer. De esfuerzo, quizá. Más bien sólo hay que adoptar una actitud expectante con calma y claridad, para que nada nos arrastre con sus jugosas propuestas. No se trataría de estar de determinada forma. Se trata de SER. Simplemente ser lo que ya se es.No hay que ir a ningún sitio, ni rebuscar en lugar alguno, para conseguir lo que ya es, lo que somos, lo que siempre está ahí, disponible. Nunca podemos no serlo. No podemos dejar de serlo. Es lo que somos en verdad. Y la verdad es siempre, constante, sin modificaciones que la trastocarían y transformarían en otra cosa.

¿Qué habría que hacer para ser?

Sin camino (1ª parte)

Me piden que ame. Así, sin más, en frío. Sin preámbulos ni calentamientos previos. En seco. Y no me sale (de la punta del corazón). “Amaos los unos a los otros” me arrojan a veces y esconden la mano. 

Y si algo sale bien -siendo más deseado que planificado- es porque “Dios es amor”, afirman con la más beatífica de sus bobaliconas sonrisas.




Y, claro, tú, querido y sufrido “meditador”, que te has metido en esto, como yo, porque te has puesto  a buscar un poco más allá de tu vida de toda la vida, removiendo la convención y las costumbres, a veces te quedas entre las cuerdas cuando se te espeta que ames. Se ha establecido la espiritualidad asociada a un mundo de imágenes estereotipadas de arco iris y vaselina, que dan color a los sentimientos, y tú “sientes” que debes de andar un tanto descarriado porque no ves el mundo así, tan idílico como te lo pintan que debe ser. Tan “como Dios manda”.



Me hablan de dos vías en mi búsqueda, principales: el Camino de la Sabiduría y la Vía del Corazón, del Amor.

En la primera, se me pide ir más allá de todo, incluso del conoci-miento que desbanca la ignorancia que me imprime sufrimiento al no haber alcanzado la Verdad. Se me pide “meditar” para alcanzar el estado de meditación que está más allá de lo que creo o me han contado (y he creído a pies juntillas) que soy. Se me pide esforzarme en soltarlo todo, para alcanzar el no esfuerzo. Practicar mucha meditación para llegar a lo que ya soy, a mi esencia pura, a mi realidad, que afirman que ya está aquí y ahora. Se sentencia que el movimiento se demuestra andando, y que, sin embargo, yo me mostraré a mí mismo, paradójicamente, sentándome muy quieto. Que me quede en el más absoluto de los silencios, aunque, por otra parte, a veces tanto silencio provocado, no me deja ni escucharme. Que ya soy lo que busco, que no hay camino para llegar a  ejercer mi naturaleza y que no tengo que ir a parte alguna para estar en mi casa. Tal vez por eso me pidan tan encarecidamente que me siente aquietado, para ver que nada permanece sin moverse, que todo cambia, hasta la idea que tengo de mí.

Llenan mis oídos de conceptos, para que viva más allá de las palabras. A veces se me va la cabeza al querer trascender mi mente. Y creo que, si no estoy iluminado, es porque me faltan luces, de tanto vivir en la sombra bajo el sol, al calor del hogar, dulce y acomodado hogar.

Un sabio parece ser que afirmó que “saber que no soy nada, es sabiduría”. Claro que también la otra sabiduría, la popular, afirma que “quien nada no se ahoga” y se suspira un contundente “no somos nada” en cada entierro. Si ya no éramos nada ¿para qué “hacer nada”? ¿Para ser lo que ya soy, nada?

Por otra parte, cuanto menos hago, si no hago nada, no llegaré a nada, no seré nadie. Pero, me afirman que, si soy algo, si deposito mis señas de identidad (me identifico) en algo, estoy eludiendo esa “nada que lo es todo”,y no estoy siendo Yo, sino yo. Vamos, que al aclarar-me, siento que me ensombrezco más, si cabe, porque tan sólo debería dejarme ser, sin mayor pre-tensión.

Más ser y menos existir. Insistir en no subsistir. Ser versus estar. Vivir al no sobrevivir, porque para nacer a una vida nueva, primero he de morir a lo de siempre.

Ser. ¡Qué complicación más simple!


Sin camino (2ª parte)

"Fotografía: Alessandro Giampaoli" 

En la segunda senda que me pro-ponen, la del Corazón, afirman que sólo debo amar para alcanzar el Amor. Pero compruebo que tampoco se me deja “hacer nada”. Yo ejerzo obediente “haciendo el amor” todo lo que puedo, pero siento que no está “bien visto” y, en algunos contextos ortodoxos, hasta prohibido. Y, por hacer el amor, me meten en su guerra.
Amar. De nuevo otra tarea, otra acción, otro verbo como “meditar”. Otra instrucción que debo descifrar para no dejar de hacer lo que hay que hacer. En el caso de la primera vía, para hacer el no-hacer. Por mí que no quede para encontrarme. Un meditador tiene que hacer lo que tiene que deshacer. Y un amante, un practicante del camino del Amor, tiene que amar, parece ser que más en alma que en cuerpo, para que el asunto de la Verdad funcione de verdad en mí.

"Fotografía: Lukas Strebe"
Y yo me esfuerzo en amar, no vayan ustedes a creer, pero debo andar estreñido de corazón o no he comprendido muy bien de que va esto del amor. Quiero querer. ¡Desearía tanto amar! Pero por más que practico, no me explico para nada los nulos resultados en esto del amor.  ¿Cómo se hace para amar? ¿Cómo se ama? Si es una práctica, habrá primero que comprenderla para desarrollarla. Tendré que ejercitarme en su técnica para perfeccionarla. Me voy a los profesionales del amor a preguntarles, a los curas y lamas, a yoguis y santones, y nadie me sabe apuntar más allá de su amor. Todos me dicen que me aman, que predican con el ejemplo, pero yo, en verdad, no me entero de nada. Yo no siento nada por ellos. No puedo esbozar un sentimiento altruista que se sobreponga a mi rayana humanidad. No puedo amar sin fin ni principio, sin propósito ni objeto. No. No me sale en seco, de buenas a primeras. Ni mucho menos con segundas.

¿Cómo se practica el amor para alcanzar el Amor? Amar se aprende amando y quien ama se desahoga, pero ¿cómo ejercer los sentimientos? ¿Por dónde empezar a amar?

Conoci-miento, pensa-miento, senti-miento… ¿Qué hay de verdad en todo esto? ¡La mentira, ni mentarla!

Se me ocurre que, tal vez, igual que al aquietarme de cuerpo y mente, se paran todos los sortilegios que conjuran esta realidad engañosa, y puedo permanecer tal cual soy, sin añadidos ni aditivos que adulteren y alteren mi conciencia, así, sin hacer nada en mi nada; igual que meditar es permanecer en la meditación que ya soy, quizá en esto del Amor pudiera ser semejante. Acaso quedándome sin sentir, interrumpiendo todo sentimiento, pueda advertir lo que está más allá de eso que llamamos amor, que no podemos practicar pero puede que sí cultivar. Igualmente me viene que si no remuevo las aguas de mis emociones, por puras y positivas que sean, si se calma el oleaje de los sentimientos, puede que alcance a ver lo que subyace en su (tras)fondo. Tal vez sea cuestión de permitir que el opalino espejo de mi conciencia refleje sin intro-misión por mi parte. Tan sólo asomándome con honestidad a esas aguas puras que, no por movidas lo fueron menos, quizá advierta la condición de mi naturaleza verdadera que puede re-presentar y reflejar todo aquello que a ella se presente, sin gastarse o resentirse, sin imponer condición alguna o exigir nada a cambio. Creo que solamente se trata de no oponer resistencia a lo que ya es. De no entro-meterse entre tú y la Vida. De no emplear artificios con la Naturaleza. De no mentir a la Verdad. De no ser infiel a ese Amor que ama y ama sin cesar al reflectar con absoluto respeto cuanto a él se asoma, sin juzgar ni discriminar. Un Amor que permite que todo sea como es. Que no cambia cosa alguna. Sin preferencias ni desahucios. Que lo abraza y permite todo. Hasta el bien y el mal. El santo y el ladrón. El verdugo y la víctima. Como un sol que luce para todos por igual, sin poderlo (ni quererlo) evitar. Como un sol que irradia porque es su condición. Que lleva implícita la luz y el calor, la Sabiduría y el Amor, en cada uno de sus infinitos rayos.

"Fotografía: Alessandro Giampaoli"
¿Qué podría hacer la luz para alumbrar? ¿Qué técnica habría de aprender para lucir? ¿Cómo la más pura e intensa luz podría aclararse? ¿Puede esa luz evitar lucir? ¿Es un verbo, una acción, su condición de iluminar, o tan sólo se trata de una pálida traducción al lenguaje de las torpes consciencias que creen necesitar saber? ¿Necesita la luz alumbrarse?

¿Necesita la meditación concentrarse? ¿Necesita la Meditación meditar?

¿Necesita el Amor amarse? ¿Necesita el Amor amar?

¿Qué tendría que practicar la Perfección para mejorarse?...


 Indiana Om

© Todos los derechos reservados                                                                                                     

4 comentarios:

  1. Nada puedo decir
    ante tanta verdad.

    Sabiduría hermosa,
    un montón de gracias por estos
    maravillosos consejos.

    Besos

    ResponderEliminar
  2. Es muy complicado para mí porque paso de aquietarme a quedarme dormida. Franziska

    ResponderEliminar
  3. He vuelto a releer y, seguramente, no me habré aclarado en nada pero yo encuentro que el camino del amor, de amar a mis semejantes -tal vez porque este mensaje corresponde con los primeros años de mi vida- me resulta menos complicado. Me explico. No tengo que ir a buscar a nadie, sólo tengo que aprovechar las ocasiones que me da la vida y responder con amor, en todo momento y en todo lugar. Poniendo mi corazón en entender a las personas que me hablan, en no juzgarlas, escucharlas, hacerme cargo de lo que les hace sufrir para procurar no incrementar sus sufrimientos y desarrollando la infinita variedad de medios que hay de acercarnos al otro, de mostrarle nuestra amistad, nuestra estima.

    La verdad es que, a veces, con algunas personas se fracasa. Seguramente no soy capaz de tender un puente de amistad con todo el mundo pero no dejo de intentarlo...

    ResponderEliminar
  4. Es curioso comprobar que he tenido que llegar al espacio de los comentarios para comprobar que he vuelto al mismo lugar y he leído los mismos argumentos sin que me llamara la atención la reiteración de la lectura. La verdad es que has desarrollado un entramado que siempre conduce al mismo puerto. Mira, en mi opinión, lo más razonable es aprender a aceptar que los otros y la vida que nos ha tocado en suerte, es algo que tenemos pocas posibilidades de cambiar porque vivamos con modestia o con algunos lujos; obremos con malicia o con altruísmo; nos busquemos en los otros y no seamos capaces de entendernos ni siquiera a nosotros mismos -porque nos acapara nuestro propio yo- o bien porque a lo largo de nuestra vida solo hemos ido acaparando malas experiencias y el mundo que se ha formado en nuestra mente nos incapacite para ver lo que es más obvio porque las diferencias como humanos las hemos ido creando de conceptos equivocados y de fantasía.

    Cuanto más complicamos las situaciones, más nos alejamos de la realidad. Seamos como las flores que dan de sí lo mejor que tienen y que nunca se comparan con ninguna otra flor. Porque yo me atrevería a afirmar que es a causa de las comparaciones por lo que he conocido mis peores momentos: los más tristes y frustradores.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...