Introducción al poemario "El espejo se mira en mí"
Escribo y escribo. Todos los días un poco. Es algo que ocurre más allá del compromiso. Más acá de la responsabilidad. Allende la coherencia de un leitmotiv, rebasando el orden temático que pudiera apuntar detrás de algunos grupos de versos.
Dejemos que la palabra hable. Permitamos que se exprese el vacío que subyace escondido bajo la alfombra de la costumbre, más allá del sentido razonable, un poco más allá aún de la técnica plausible. Libre flujo de sensaciones, explosión de tránsitos íntimos. Laberintos que se abren en su hermetismo ciego. Avenidas despobladas en mis desiertos. Mares secos regados por la pasión de improvisar una canción temprana, en el ocaso de todos los acaso.
Miro el producto desparramado en la forma, el ritmo atípico de lo innombrado, la sinestesia del perfume sólido que gravita en cada velada en que insistí en existir escribiendo, pariendo, tal vez escupiendo, a veces vomitando, las flores que no digerí, que no guardé donde me propuse, que compartí con el silencio que, grave y solemne, asintió a mis caprichos.
El color sepia del recuerdo empapa mi futuro. Ayer fue hoy. Mañana tal vez sea el mismo día. Ahora sólo miro sin querer siquiera ver. No me propongo lo que no impongo. Mi corazón vuela. El alma eterna vela.
Indiana Om
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Cuando escribimos el corazón vuela, como bien dices, y las palabras escritas nos hablan de esos estados internos. Entramos voluntariamente en un sutil trance para crear para nosotros mismos una conciencia, y esta se expresa de distintas formas: un poema, un cuento, un relato... Escribir es vivir más de una vida!
ResponderEliminarY dice Antonio Machado:
"No desdeñéis la palabra,
el mundo es ruidoso y mudo,
poetas, sólo Dios habla"
Un saludo
mj
Bellísima entrada, bellísimo comentario
ResponderEliminarSaludos muchos