Ya no habrá ningún otro momento
después de este momento,
más instante que éste,
sin esperanza de otra cosa
que el propio pensamiento que suplica
algo diferente en lo de siempre,
distinto en lo distante,
cercano en lo expectante.
No saborearás otra cosa que esa verdad
que te vendieron
y verás por ti mismo
la falsedad de su rostro artero,
el engaño de ese apaño embustero
que nunca convenció a nadie
porque, ahora puedes ver,
¿quién?
que no había nada detrás de eso
que nombré convencido como yo mismo,
mi historia y memoria,
mi sufrimiento en la felicidad que huía
presa de una honestidad baldía,
todo aquello que acepté sin protestar,
y no fue ni será otra cosa
que lo que es más allá
de una creencia que enrancia
la firmeza de una raza que muere
en los aledaños de la mugre
de la divinidad que inventa su religión
entre la legión de desdichados
huérfanos de la crudeza
que asoma en el silencio pasmoso
que todo lo penetra y traspasa
inventando direcciones en un espacio
recreado por una historia sutilmente supuesta,
supuestamente especial,
especialmente embustera
que llama al hombre que mira
y no ve,
que siente lo que aprecia,
que sucumbe cuando el huracán de la contundencia
arrecia
clamando la cabeza
pensante
con que llenar el cesto del verdugo.
Dios se inventa cuando menta
al hijo,
la casa se pierde cuando vuelve.
El amor está a la vuelta
de la venta
que se resuelve en el postigo.
Indiana Om
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“Aquello de lo que hablamos no puede encontrarse buscando, pero solo el que busca, encuentra” Abu Yazid Bistami.
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mj