La arista curva de mi historia es tangente a tu memoria
cuando insistes en asomarte como si tal cosa
a la dimensión que nos emparenta.
El cerebro se seca con tus sentimientos que eyaculan promiscuidades
al filo de la carne fresca
de aromas incendiarios.
Comienza interminablemente la danza del vicio de usar la costumbre
de poseerte,
de morir en el acto de desenterrar el hacha de una guerra que nunca quise,
que tal vez nunca pediste.
Me seco en tu sexo que moja mis entrañas abrasadas de ti.
Ya nunca más seré yo.
Jamás te poseeré.
El verdugo investido de víctima
sorbe los salados jugos del fracaso.
Muerde el hueso al final de la carne.
Tal vez encuentres el tesoro enterrado en tal confín.
Del poemario: "El espejo se mira en mí"
Indiana Om
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