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Continúa la gimnasia de la palabra, el entrenamiento de la imagen. La lengua que escucha a unos oídos atentos, una mano que rasga los blancos eternos. El silencio calla abrumado por el hervor de los corolarios versados. La paz estalla tras el rastro de lo desandado. No habrá tregua para la hipocresía que se sincera, morirá ejecutada en su propio patíbulo la jerga rebuscada. Lo fresco invade, lo natural crece a destiempo. La vanguardia retrocede, el centro abandona la periferia, la historia muere en los brazos del eterno ahora que nunca conoció un ayer, que jamás beberá un mañana. La ventana airea su cristal roto mientras los pájaros cesan de cantar letanías que nadie entiende. Sin intención ni propósito, la acción en sí por sí misma, el placer más allá del gusto y del disgusto. Ser existiendo, vivir experimentando la no experiencia, más allá de todo, más acá de mí.
Del poemario: “La intimidad de lo ajeno"
Indiana Om
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