lunes, 15 de septiembre de 2014

LA PARANOIA DE LA VIGILIA



Este mundo es el sueño de la razón. A veces, un delirio de la vigilia. Tú, lo que asumes que eres tú, no es sino un producto más de ese sueño. Estás hecho del mismo material, de la sustancia de los pensamientos. Tú eres un pensamiento. Un contenido mental más. Estás “siendo pensado”. Tu cuerpo, tus emociones, tus sentimientos, tu identidad, tus propios pensamientos, todo aquello en lo que crees, es un pensamiento más. Tú eres un pensamiento confrontado al resto de los pensamientos. Un pensamiento que se cree distinto, individual, separado del resto. Una escisión egocéntrica en la mente.

Ese pensamiento dice que es alguien buscando su esencia, buscándose a sí mismo, y cuanto más se aplica a ello, más se autodefine y reafirma en su “realidad paranoica”. Cuanto más practica técnicas y métodos, cuanto más se aplica en procedimientos, cuanto más se esfuerza, cuanto más empeño pone en esa búsqueda, más se aleja esa meta que no tiene fundamento más que en sus delirios.

En realidad es un pensamiento que dice querer trascender la mente, que habla de parar la mente. Practica para silenciar la mente y, con ello, en realidad, tendría que desaparecer él también, es decir, , porque en verdad no eres más que mente, otro contenido de la misma.

Un pensamiento cree que practicando la extinción del pensamiento, conseguirá alcanzarse a sí mismo. Es tan, como mínimo, absurdo, que hasta te hace caer por su propia ilógica en la cuenta de que, hagas lo que hagas, practiques la técnica que practiques, meditación u oración, física o mental, lo único que consigues es reforzar la idea de la que huyes: ser un individuo escindido, separado del resto de la realidad, que sufre en su confrontación con todo lo demás al tener que defenderse y autoafirmarse constantemente, como una maldición.

¿Cómo podría práctica o técnica alguna, llevarte donde ya estás? ¿Cómo puedes estar dejando de ser lo que eres, para intentar descubrirte desde la distinción dentro de ti mismo? ¿Cómo podrías alguna vez haberte separado de ti mismo para tener que buscarte? ¿Desde dónde habrías de moverte para llegar donde ya estás, para llegar a ti?

Te quejas de tu condición, buscas respuestas a través de mil preguntas, quieres “encontrarte”. Mente que se retroalimenta a sí misma incesantemente. ¡Un pensamiento pensando sobre cómo, acaso, dejar de serlo!

¿Qué hacer cuando caes en la cuenta de que cuanto más hagas, más acentuarás el problema que tratas de resolver?

Quieres recetas, fórmulas, prácticas, métodos, soluciones. Como el pensamiento en el que tú, como conciencia, crees y te creas, quieres una respuesta en los mismos términos de la pregunta, y, moviéndote desesperadamente, sólo logras hundirte más en las arenas movedizas del maleficio en el que estás sumido.

Juega con el lenguaje y las reglas de la ciencia, la religión o de la filosofía, si quieres, pero todo intento será realizado dentro del mismo marco en el que se desarrolla la dificultad que quieres superar.

¡Es la gran paradoja! Si haces algo para salir, te mete más de lleno en el asunto, y si dejas de intentarlo, al menos, permaneces como estás.

Tal vez por ello, suelo decir constantemente que lo único que puede romper el embrujo es la comprensión real, la que va más allá de la intelectual, que no es más que otro refuerzo del hechizo. Hablo de la comprensión que da paso a la sabiduría.

Caer en la cuenta de la enfermedad, del auténtico alcance del desequilibrio, es suficiente. Darte cuenta que no hay ningún enfermo. Pero el engaño está muy bien orquestado y hay que ser astuto.
Sólo quédate en lo que es, en lo que hay, en lo que se está dando, en lo que está aconteciendo. Sin más teorías ni intelectualidades, pero con la actitud que acompaña a la sabiduría. Sé natural, espontáneo. Actúa allende la programación automatizada de tu mente. Relájate, libera tus tensiones que son de índole diversa. Y cuida tu energía no eclipsándola más. No alimentes viejas pautas de pensamiento automatizadas. No hay nada malo en pensar, ni necesariamente bueno en dejar de hacerlo. Sólo cae en la cuenta. No hay que hacer por parar, ni tampoco por conseguir algo. Todo está ya dado. Permite que soltando tus aferramientos y compulsiones, las viejas conceptualizaciones caigan por sí solas. Es aparentemente simple, pero a la mente le parece muy complejo.

Sólo puedes, como mucho, quitar, quitar y apartar lo que vela el cielo de la conciencia clara que eres en realidad, y la luz resplandecerá por sí misma.

El fruto madura por sí mismo. Sigue el cauce de la naturaleza, inmerso en el devenir, sin tratar de acelerar el proceso. Tal vez sólo sea eso. Asistir a lo que es y está siendo, como un sueño, una proyección onírica, con un grado de realidad propio dentro de sus propias pautas de existencia, sin condescendencias ni negligencias, sin atribuirte un papel desde ningún centro concreto.


Tu vida será asistida por sí misma, como el sueño que es, que se atiende y desarrolla por sí mismo.
Deja que la vida se ocupe de ella y contempla todas las señas de identidad en las que hasta ahora has creído, con desapasionamiento, sin atribución ni contribución.

Como dijo Rumi: “El  mismo que me ha traído hasta aquí, que sea el que me lleve”.

                            
Indiana Om

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2 comentarios:

  1. Está bien recordar ciertos buenos textos. Aunque es la primera vez que en este blogs se publica.
    Un saludo muy sentio para su autor, gracias Indy.
    mj

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