sábado, 1 de noviembre de 2014

"BLUE PARADISE" de Indiana Om












Extracto del relato “BLUE PARADISE”
de Indiana Om 

Escrito el día de difuntos de 2012










Las dos figuras se bañan de infinito. Sus almas parecen vibrar en una misma frecuencia. Un coyote aúlla su tristeza donde se pierde el horizonte.


-“Eva…” 

-“¿Si?”
 

-“¿Tú crees que nosotros hemos coincidido en algún tramo más?  Es decir, ¿crees que es posible que hayamos viajado juntos antes, por ahí arriba, en esos abismos elevados? Siento que te conozco, pero no logro encontrarte entre mis recuerdos. Cuando tú naciste yo tendría poco más o menos la edad que tú tienes ahora. ¿De qué podríamos habernos conocido tú y yo? ¿Dónde podríamos haber coincidido? Y, sin embargo, siento que nadie me ha sido tan familiar como tú lo estás siendo esta noche.”


-“Tal vez, Adam, no me recuerdes en el pasado, porque lo estás haciendo en el futuro.”


-“N-no logro entender y te juro que me esfuerzo en ello.”


-“Mira. En cada punto de esos… abismos elevados, como tú los has llamado, empieza el universo. Cada punto es el origen de todo. De todos los todos. Es el punto cero de un eje de coordenadas donde se mide la existencia. Cada punto es infinito. Contiene al universo y más. Imagina infinitos puntos infinitos. Infinitos puntos que contienen infinitos universos, que empiezan y acaban, que nacen y mueren, que respiran y se disuelven de nuevo en sus soportes forjados de nada. ¿Puedes abarcar remotamente lo que estoy tratando de decir? Tal vez no, y no te culpo, porque tú eres apenas un destello que se produjo en un instante fugaz, dentro de cualquiera de esos infinitos puntos, que contienen plegados todos los universos posibles, con sus espacios y sus tiempos, como requisitos, para que puedan acontecer. Tú sólo estás tratando de revocar tu trayectoria hacia el lugar indeterminado desde el que partiste, desde la determinación que asumes por ignorancia. Quieres solidificar un dibujo trazado en el aire, para obtener un mapa, una ruta dimensional. Quieres que cuaje un pensamiento, un sentimiento. Que encaje en un destino, para poder seguirlo fielmente. Y desconoces que en este punto, en este mismo lugar en el que te encuentras, en este espacio que pisan tus zapatos, están todos los posibles lugares, todos los universos, todas las realidades posibles para ti. Aquí no hay otra cosa que un caudal de infinitas opciones y tú, con tu deambular insensato, no has hecho más que elegir una, tan sólo una de todas las posibilidades que podrían haberse desplegado, que podrías haber vivido.


Adam, aquí, ahora, está todo y a la vez no hay nada. Una estrella negra se desperezó en algún poro del vacío oscuro del infinito, y estalló de gozo, volviéndose, después de emitir su esperma de luz, a sumir en su sueño profundo. Tal vez esa luz que ahora estás viendo en esta madrugada olvidada, en el futuro de esa estrella que ya feneció, sea lo único posible. Una luz que sigue viajando, haciéndonos recordar su origen en la estrella que vemos colgada en el firmamento. Pero esa estrella ya no es y sin embargo, a su vez, la vemos. Desapareció hace millones de años, en un punto del espacio y el tiempo, que empezaron con ella, pero seguimos viviéndola. Es… es una realidad en diferido. Retransmitida. Está y no es. Es y no está.


Acaso esa estrella sea lo único que hay. Lo único que es ahora. En este nuestro ahora que las palabras no alcanzan a mostrarnos.”

Eva se gira hacia el viajante y acerca su rostro a menos de un palmo del suyo, para confrontar sus ojos. 


-“Adam, mira en mis ojos la estrella que yo estoy viendo en los tuyos brillar… Mira atentamente. Trata, por el amor de Dios, de concentrarte y comprender. ¡Mira insistentemente! ¡No te alejes más! ¡Sal de este sueño de una vez por todas!”


La joven se aferra en un abrazo estrecho, apretando sus pechos contra el corazón confundido del maduro, como para hacerse una con él.


-“¡Por todos los santos, Adam, mírame a los ojos y dime que ves esa estrella. Dime que la ves. Adam, amor mío, dime que ves la misma estrella que yo estoy viendo ahora. En este ahora en el que al fin hemos coincidido!”


Eva se funde aún más en ese abrazo hasta casi hacerse transparente. Sus ojos arden en llamaradas de lágrimas que brillan como candelas. Unas lágrimas de lava que abrasan su rostro de desesperación.





Adam tiembla de confusión, impotente. Sus piernas están a punto de ceder al vértigo, y su cabeza al pánico. Su razón delira ante la presa del abrazo de la joven, en la que sólo alcanza a sentir un cuerpo, un ardiente y sensual cuerpo de adolescente con alma de anciana. Él quiere bañarse en la sabiduría que se le despliega, pero su voluntad rechina estridentemente ante el fresco racimo de la carne. 


-“¡Adam, por favor, amor mío, deja de desearme. No obnubiles tu conciencia ahora. Despierta de una vez y regresemos a casa! ¡No es difícil. Sólo tienes que mirar. Tan sólo eso!”


El hombre, presa de la excitación más intensa que recordar pueda, trata de entender a la chica que gime entre sus brazos. Él quisiera ver esa estrella que le señala, tan cerca como está de ella, pero está ciego. Se siente a años luz de esa estrella que no acierta a adivinar. Espesos nubarrones se interponen entre las demandas de ella que solloza, y la erupción de su pasión. Una pasión que no había experimentado en toda su vida.


-“¡Deja de desearme, Adam, te lo ruego, y regresa conmigo. Acabemos con esto de una vez. Me ha llevado toda una eternidad encontrarte, amor mío. No lo malogres por un instante carnal. Olvídate de este estúpido cuerpo! ¡No mires mi cuerpo. Trata de mirar mi estrella, por favor. Mírala. Mírala…!”


Por fin, el conflicto que bulle en las entrañas del hombre estalla. Adam presa de la más irracional confusión, rechaza con cierta violencia a la joven que cae a tierra entre gritos de consternación.

Adam corre hacia el interior del “Blue Paradise” tropezando hasta con el espacio, en su locura por evitar un mal mayor. La chica se sobrepone y, en su desesperación, le sigue gritando una y otra vez su nombre. El viajante varado, alcanza la escalera que sube al pasillo de las habitaciones, dando manotazos en la oscuridad para llegar rápido a su cuarto. La joven Eva le sigue, llorando dramática, sin dejar de suplicarle para que recapacite. Adam abre su puerta y trata de cerrarla rápidamente, como para impedir que su perseguidora entre. Pero ella ya está allí, plantada en el umbral, con unos ojos más encendidos que nunca por el brillo de sus lágrimas, más hermosa que nunca, más mujer. Más hembra, con la blusa desajustada que deja asomar un hombro desnudo y parte de un seno que queda casi al descubierto en su descuido por la violenta carrera tras él.


Adam, que ya no es el Adam reflexivo de hace apenas unos minutos, siente desbordarse en él toda la pasión más irracional que imaginarse pueda. Con una explosión animal, se abalanza sobre la joven que, atónita y exhausta, impotente e indefensa, se entrega voluntariamente, con sumisión asumida, con resignación adquirida. La puerta se cierra de golpe y el silencio del pasillo vela en la penumbra de la noche. Al fondo, la estrella de Marshall, que pende en la puerta amarilla, se ensombrece en esas horas que preceden al alba del día de difuntos. Una estrella que permanece sola. Muy sola en esa eternidad del corredor. Un corredor hacia ningún sitio.


Indiana Om

Diciembre 2012

5 comentarios:

  1. Nadie antes había explicado mejor el infinito. Gracias Indiana OM

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  2. Misterioso, este extracto de tu relato “BLUE PARADISE”. Recuerdo perfectamente la fecha en la que lo creaste. Sin duda alguna, sólo tú sabes lo que significó para ti escribirlo. No puedo evitar acordarme de la cantante Eva Cassidy...las coincidencias que se te dieron mientras lo escribías, entre otras cosas más que se compartieron con el grupo en nuestra Sala de Yoga y Meditación.
    En cuanto al relato, es muy simbólico, a parte de hermoso y, como he dicho al principio, misterioso.
    mj

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  3. La puerta se cierra en la oscuridad
    que precede a la muerte.

    Un gran abrazo

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  4. Muchas gracias a tod@s...es un placer escucharos y recibiros...

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