lunes, 11 de julio de 2011

LA INDAGACIÓN SOBRE EL CUERPO

LA INDAGACIÓN SOBRE EL CUERPO:
LA BÚSQUEDA DEL INFINITO EN LO FINITO (2ª parte)

Pero sigamos con nuestro experimento:

Cierra ahora los ojos. Inmediatamente quedarás sumido en un espacio oscuro e insondable, sin límites. ¿Cuál es ahora la percepción de tu cuerpo en ese nuevo marco? En ausencia del sentido visual, tenemos que echar mano de otros recursos: el olfato, el oído y la kinestesia o percepción de las propias sensaciones.



Tomemos el último, por ejemplo, aunque las conclusiones serían similares en todos los casos al darse sus datos perceptivos en ese mismo marco, ese espacio oscuro e informe.
Con los ojos cerrados, todo lo que aprecias ahora de tu cuerpo es un manojo de sensaciones: térmicas, hormigueos, cosquilleos, picores… Para una consciencia ordinaria solamente y, apenas, las más superficiales: contacto físico de los pies contra el suelo, o de una pierna sobre otra, o el que produce la ropa ceñida. Y todas ellas cambiantes momento a momento.


Con estos datos ¿dónde está mi cuerpo? ¿Qué decir de él? ¿Cómo describir desde mi experiencia directa, desde cada uno de esos sentidos, mi cuerpo? ¿Cómo establecer premisas asentadas sobre el mismo si los datos son constantemente cambiantes?




Ni que decir tiene que todo esto es perfectamente aplicable a la experiencia visual, aunque parcial ésta, de mi cuerpo. Éste cambia de aspecto, forma y tamaño con el paso del tiempo, dando lugar a juicios y valoraciones muy diferentes a lo largo de nuestra experiencia de toda una vida.




 Cabría concluir, en este nivel de acercamiento muy básico a la experiencia del propio cuerpo, que todos los datos en los que tenemos establecida nuestra verdad sobre el mismo, al ser variables, no pueden aportar una visión unitaria y fiable, sino tantas certezas como momentos perceptivos en los que nos apoyemos, siendo demostradamente imposible, con la observación directa, afirmar que el cuerpo es una realidad, entendiendo por ésta aquello que se extiende en el espacio y el tiempo (parámetros de toda experiencia) sin modificaciones, inamoviblemente, ya que lo real, lo verdadero, debe ser comprobable en cualquier momento, identificable a través de todas sus características, y, para que esto sea así, éstas deben permanecer auténticas, no sólo sin transformaciones sustanciales, como cabría objetar, sino que deben, insistimos, permanecer, sin desaparecer en el tiempo para dar lugar a otras, lo cual sería “otra realidad” distinta a la que estamos buscando.

No queremos terminar la indagación a este nivel de acercamiento sobre el cuerpo sin hacer alusión a la técnica de Vipassana.

Desapego



Ecuanimidad
Vipassana pertenece dentro del budismo al camino Theravada (el de los antiguos o ancianos) que tiene como finalidad realizar la impermanencia en el propio cuerpo a través de la observación cada vez más profunda de las sensaciones que en él se producen, primero parte a parte, y, a medida que va trabajándose la atención, de todo el cuerpo globalmente. A través, precisamente de la quietud en la postura sedente y total atención al cuerpo inmóvil, se puede apreciar que en el campo de la conciencia, lo que llamamos cuerpo, se muestra a nuestra experiencia como un manojo de sensaciones cambiantes que aparecen y desaparecen constantemente, instante a instante, que el meditador observa con total objetividad, sin intento alguno de juicio o reacción, penetrando cada vez más profundamente a medida que la atención se va haciendo más y más sutil, desarrollando uno de los aspectos importantes del budismo: el desapego y la ECUANIMIDAD.

 

 Vipassana pretende que el meditador descubra la irrealidad de todo en el sentido de impermanencia, en esencia y superficie, durante el transcurrir del espacio-tiempo. Es lo que ya en este nivel comienza a llamarse VACUIDAD de todos los fenómenos, tomada aquí como ausencia de una entidad inherente, que realizada su visión en el cuerpo, podemos hacer extensible a todo lo manifiesto.









¿Ojo! No nos equivoquemos. Decir que el cuerpo es irreal es lo mismo que afirmar que posee una realidad relativa, es decir, dependiente, que necesita de unas causas y condiciones para existir, y cuando éstas desaparecen, lo hace también aquello que llamo cuerpo como efecto consecuente de las mismas.

 
  ¿Has pensado que el instrumento de observación y medida por el que experimentamos nuestro cuerpo, el ojo u otros sentidos, son de la misma naturaleza que lo observado? ¿Quién observa a través de ese instrumento?  ¿Quién es el que está saboreando precisamente esa experiencia? Si nuestra identificación con el cuerpo es real, debería concluirse que el cuerpo observa al cuerpo. Pero esto es del todo absurdo. ¿Puede el ojo verse a sí mismo?

Indiana Om
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CONTINUARÁ...

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