domingo, 2 de octubre de 2011

LA HERENCIA DEL AMOR

  • La seca concentración en un objeto o pensamiento no satisface a una mente dinámica y acostumbrada a escudriñar y explorar de continuo.
  • Debes buscar un objeto que embelese a tu mente. Que la engolosine de continuo por un tiempo para que ceda, y, “atrapada”, no intente buscar otras experiencias.
  • Sostener de continuo un objeto en la mente (concentración) sobre todos los demás, es crearlo momento a momento. Es vivir el ahora. Es elaborar un ahora lleno de esa experiencia, la de ese objeto. Es acabar siendo ese objeto al renunciar a todos los demás cantos de sirena, incluido tú mismo (el del Yo que crees ser). Es fundir tu identidad en aquello en lo que quieres concentrarte.




  • Busca algo que te enamore (EN-AMOR-A-TI), que te cautive, que rapte a tu mente para que no fabrique por un tiempo una identidad egóica que te mantenga atrapado en la fantasía y que te aloje en tu ESENCIA, LO QUE ERES  en VERDAD.

La vía del Corazón está basada en ello. Pero el Amor no se puede forzar. Los sentimientos no se fabrican, deben brotar espontáneamente. 

No podemos intentar concentrarnos en Dios, adorar a Dios, si ni siquiera sabemos qué es.

El amor, tal y como lo conocemos, es egoísta. Parte del ego queriendo satisfacerse. Al principio es como una fuerza arrebatadora que nos saca de nuestro papel ordinario (del yo) y nos proyecta salvajemente sobre la persona amada que ocupa todo el campo de nuestra conciencia. ¿Cuánto tiempo dura esto? ¿Hasta dónde es capaz de resistir nuestra conciencia ordinaria este rapto? Cada amor es un corte con lo de siempre, con la rutina mental en la que caemos a menudo, es aire fresco ventilando el cuarto ciego en el que vivimos que barre con esquemas caducos y nos permite vivir a una cierta escala las mieles del Amor Divino.
La mayor parte de las veces, esa CHISPA ORIGINAL que prende en el corazón con cada amor es difícil sostenerla en toda su pureza y esplendor, tal cual fue y tal cual nos cautivó y encendió.
¿Cuántos de nosotros somos capaces de dejarnos abrasar totalmente por ese fuego que crece y crece? ¿Hasta dónde permitimos que consuma ese fuego nuestra vida y nuestro papel protagonista? ¿Hasta dónde llega nuestra renuncia?

Renunciamos muy al principio de las relaciones a muchas cosas en pos de ese amor, de esa proyección que imputamos a otra persona con nuestros más hermosos ideales. Es un acto tremendo de sinceridad que raramente se soporta más allá de un período de tiempo “razonable”. La lógica comienza a colarse, el viejo hábito de preservación del yo, y la renuncia, que había prendido tornándose anulación del individuo, cede. La paranoia del ego está servida de nuevo.
¿Cómo enamorarse de Dios? ¿Cómo renunciar a todo esto en pos de un ser divino que no podemos ni siquiera imaginar?
Para entregar tu vida a una causa tienes que saber primero si esa causa merece “¿la pena?”

Saber que tú eres Dios. Que “YO SOY” y Dios es lo mismo.
Que se trata de tí, de tu “Principio último”
Es el mayor acto egoísta consumiéndote. Es la entrega total y ciega a la Verdad que tú eres y que, por el momento, ni siquiera puedes vislumbrar. ¿Puedes ver en ello eso que se ha venido llamando FE?
Escudriña, investiga tu naturaleza. Con la INDAGACIÓN descartarás la falsedad, todo lo que se aparta de ti, de tu verdad. Discriminaras, y cuando todo lo falso caiga sólo quedará la realidad, lo que siempre está y estuvo ahí. Cuando tales todos los árboles que te impedían ver el bosque, éste (la verdad) se revelará en todo su esplendor.
Y como la Esencia, o Dios, o como quieras llamarlo, siendo más allá de todo, lo contiene todo, apreciarás, entre otras cualidades, Amor y Sabiduría espontáneos, no fabricados ni condicionados a nada.
Son el origen y el fin último de todas las cosas. Sin propósito. Porque sí. Como el sol irradiando en todas las direcciones del espacio esparciendo su luz y calor.
Si no sabes qué es Dios para poder amarlo y entregarte a Él, usa la vía de la sabiduría,
del discernimiento, hasta desnudar de falsedad la verdad última. 
Amarla y verla será una y la misma cosa.
Si no necesitas saber qué es para amarlo,  
déjate consumir por ese fuego.
Indiana Om
© Todos los derechos reservados

2 comentarios:

  1. El fuego lo purifica todo...hasta el mismo Cristo lo sintió dentro de Él...trasmutando a través de la comprensión en Amor...perdonándose a si mismo y a los demás...para forjar la espada de un guerrero hay que someter al hierro a muy altas temperaturas...♥
    Maite.

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  2. Tú lo has dicho que es muy difícil amar aquello que no vemos o ni siquiera conocemos. Pero sentir a Dios dentro de uno mismo es una experiencia que no se puede disfrutar sólo con desearlo, esa presencia se siente en determinadas condiciones de pureza y de amor por nuestra parte. Cuando era muy joven yo la viví en alguna ocasión, se siente algo muy especial, dura unos instantes y todo vuelve a la normalidad pero es una experiencia que no volverá a repetirse nunca más con ningún tipo de amor o pasión que vivas.

    Me ha gustado mucho esta entrada. Gracias por introducirla. Un abrazo de Franziska

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