miércoles, 23 de noviembre de 2011

CONCIENCIA ORDINARIA

Todas las energías (claridad mental) las mantenemos atrapadas en los centros inferiores de nuestro sistema (plexo solar, región del abdomen) con la rutina de procesar las digestiones de comidas que se solapan una tras otra, sin vaciar nunca el estómago y acumulando en el intestino gran cantidad de comida (residuos) sin digerir, que van cegando la flora intestinal a base de capas y capas de memorias biológicas y emocionales.  El origen, en el tejido intestinal de asimilación del alimento y de nuestra experiencia pura y clara de la realidad (mi realidad), queda oscurecido, ocultado en un fango de inconsciencia.

No hay recuerdo, no hay memoria de esa luz limpia. Ahora sólo hay un instinto de tapar y tapar ese dolor por la pérdida del Principio, de la conexión con la Fuente, y arrojamos, poseídos, comida y más comida, a un agujero que nunca acaba de llenarse, y cuanto más arrojas, al sentir impotencia por la tarea inútil de satisfacer o con llenar ese vacío provocado por la separación de tu esencia, más se retroalimenta esa locura de seguir echando inconteniblemente más y más comida. Comemos y comemos hostigados por “hambres emocionales”, falsos síntomas de necesidades desatados por una mente en conflicto y, casi nunca, por una necesidad corporal.
Esa energía digestiva en constante actividad, reúne toda la fuerza vital disponible en torno a procesar esa locura continua, sin fin. Mantiene el prana rondando los centros más básicos de la especie (las de la supervivencia y la procreación). Es una energía que no puede ascender a otro nivel de conciencia “superior” o más allá de lo instintivo.
Sostiene la conciencia en una constante pugna, lo instintivo versus lo intuitivo. El sistema nervioso se ve irritado por esos residuos ácidos químicos y la mente activa un carrusel de respuestas desquiciadas e hilarantes, con una marejada de pensamientos superficiales, exteriorizando a la conciencia y enredándola en un sinfín de conflictos banales basados en juicios ficticios y otras fantasías: la crítica, la envidia, el deseo exacerbado, el odio, la ira, o… la de-presión.
Digerimos continuamente y cada vez peor, ya que ese fuego digestivo que ardía como adalid de una existencia en plena ebullición, se va apagando, y la oscuridad se va imponiendo. Nuestra mente se opaca, espesa y oscurece.

El flujo continuo de sangre llamado a esa zona en detrimento del fluir repartido del mismo por todo el sistema, irrita y despierta otra compulsión: el sexo. El otro gran “apetito” que nunca se sacia y que te vacía una y otra vez, hasta “secar tu médula y desgastar tu sistema hormonal al intentar acallar esa gran carencia de afecto y amor que sufrimos en lo más profundo de nuestro inconsciente, al ser retirados del contacto con nuestra energía madre, de la visión pura con la que nacemos, la realidad tal cual es.
Los centros superiores físicos y energéticos, cerebro y cerebelo, y los chakras de la cabeza, quedan a merced de un suministro residual muy pobre e insuficiente. Se ven obligados a procesar todas las órdenes organizativas de un sistema muy preciso bajo mínimos y el cuerpo, (que tan sólo es el extremo de la expresión divina, puro espíritu manifestado), y la mente (plano más sutil pero que construye la realidad que vivimos) se ven inmersos en una constante alucinación producto del estado narcotizante a que se ven sometidos.
El común de los mortales (nunca mejor dicho) asume eso como su verdad, su realidad (triste). Hablan de destinos, de designios, de ley de vida, y, con resignación forzada, ceden todo su poder y le entregan su escasa energía a esa creencia ciega pero que ha asumido el trono de una soberanía maléfica, oscura… ilusoria y ficticia.
Toda la política, religión establecida, cultura, ciencia, economía, enseñanza o filosofía de un país, está edificada (normalmente y casi siempre) desde esos cimientos podridos. ¿Qué hay de verdad, de auténtico en ello? ¿Es acaso fiable la estructura sobre la que hemos edificado eso que llamamos civilización? ¿Quién mueve los hilos de toda esta pesadilla?... ¿Cómo despertar?...

Indiana Om

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2 comentarios:

  1. La verdadera civilización es la que se rige por el bien y el amor, que son los que mueven la evolución, esta aberración de civilización esta regida por el egoísmo, el autoritarismo y el ego, que son los que precisamente nos llevan a la involución. Estar atento y hacer lo correcto es una formula que nos podría salvar.
    Rafael Enrique Ugueto (comentario de Facebook)

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  2. Qué hartazgo, por Dios!. Alimentemos de una vez esos centros superiores y seamos capaces de transmutar esta vomitiva realidad..
    Pe

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