lunes, 21 de noviembre de 2011

NOCHE DURA DEL ALMA

Me despierto en mitad de la noche con una imperiosa necesidad de descargar mi vejiga. Dudo un instante. Sé que si me levanto y lo hago, luego, se desencadenarán todos los fantasmas que últimamente me rondan. Descargo la vejiga. Y ahora, no sé si estoy en condiciones, pero la puerta del pasado ha quedado entreabierta. Un viento sin temperatura se cuela y me cala hasta el tuétano filtrándose poro a poro por mi piel, dejándome a merced de mis insatisfacciones.

Aburrido e inquieto sé que hoy es inútil el humo del tabaco que, cigarrillo tras cigarrillo, levantaba una fortaleza hecha de niebla que desdibujaba todo. También sé que el vapor del alcohol ya no ahoga nada. Las viejas armas oxidadas del pasado están cargadas de pólvora mojada y yacen en el fondo de mi sótano umbrío, irrecuperables, trasnochadas. Mis viejos discos gastados, de surcos profundos eternamente transitados, ya no mueven sentimiento, al girar estúpidamente como un burro amarrado a la noria seca de las emociones.

Lo sabes. No hay huida posible. El viejo león salvaje y asesino da tumbos rozando los barrotes de su jaula en torno al muy asequible y predecible filete. Ya no hay lucha. Muerta la necesidad, enterrada el hacha de guerra. Ni siquiera hay conformismo. Nada. Un regusto a “todo es lo mismo” me sacude y reconforta.

Alguna vez escapé al mar de antes. Pisé las arenas de mi juventud que albergaron los sueños futuros. Esos mismos sueños que ahora están cumplidos. ¡Cuántas horas estúpidamente empleadas en añoranzas! Todo está hecho. Terminado. Sin sensación alguna de triunfo o satisfacción orgullosa. ¿Tan sólo era esto? ¡Cuántos seres malgastando sus preciosas existencias en empresas vitales de todos los colores! Y otros tantos que nunca, siquiera, rozarán sus sueños. Algunos, incluso, no podrán soñar. Nunca encontrarán, al menos, el tiempo de preguntarse ¿por qué? Ni siquiera un “¿para qué?”


Sólo me queda sentarme en el centro de mi universo y hacer añicos mi claustrofóbica personalidad. Tan sólo mantenerme muy quieto hasta que ese viento sin temperatura, que se ha colado en mi cuarto, se lleve todos los desperdicios no reciclables de mi historia.
Sólo será un instante. Un ínfimo instante que retraso y retraso antes de que se corte la última frágil fibra que me ata a mí mismo. El mismo de siempre que ahora, hoy, sólo quiere estallar. Desaparecer en millones de miríadas y miradas intensas y serenas esparcidas por doquier. No me conformo ya con una sola vida, con una minúscula y raquítica ración de ser. Lo quiero todo. Deseo ser todos en todo. Particularmente nadie. En concreto, nada.


Sé que ya no hay camino. El camino que se hizo al andar lo he borrado. Mi forma ya no se transformará ni deformará. No más formaciones. Cero enseñanzas. Lo que sea, que se demuestre solo. Que dé un paso al frente saliéndose de la fila. Que permanezca lo que siempre fue. Lo que tuve y no siempre retuve al asirlo con mis manos. Sólo debo dejar que se me escurra entre mis dedos para entreverlo. Quizá se trate de algo como el agua. Desde luego, no es sudor.


Eso seguirá su curso silencioso e imponente. A pesar tuyo. Lo creas por y para ti. Pero le importará siempre un carajo cualquier acción que emprendas. Tus códigos morales o tus valores ni le rozan. Tus cavilaciones y trascendencias no le impresionan. Rebélate. Estalla. Revienta. Eso siempre fue y siempre será. Nada de lo que intentes, por espiritual que sea, le alcanzará. Desiste. ¡Déjalo ya! No te empeñes más para comprar tu libertad. No seas patético. ¡Ríndete! Abandónalo todo. Suelta. Cede. Haz el muerto como antaño solías en las cálidas aguas de esa playa del mar del olvido, mecido por las olas de todos los tiempos. No chapotees. No funciona. Sólo salpicarás agua salada a tus propios ojos y a los de los demás y creerán que quieres seguir jugando al eterno juego que da ilusión de consistencia a sus propósitos.


No engañes ni te enredes. Afloja. Acéptalo. Acéptate. No más hacer y rehacer. No busques más lo que no puede ser encontrado. Es a ti a quien tienes que perder. Lo anhelado jamás se extravió. No tiene necesidad de ti ni de tus lances absurdos. Declina todas las armas de una vez por todas.

Eso que te trajo que sea lo mismo que te lleve si es que hay un sitio adonde ir.

Indiana Om
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2 comentarios:

  1. cuantos recuerdos me trae este escrito........es el transito por el que pasamos , una gran parte de la gente, esa desesperanza o sensación de que vivimos en un mundo pero lo vemos en la distancia, es duro y no formamos parte de el, nos preguntamos como los demás no sienten el dolor que sentimos al observarlo...............es como si nos salpicase todo el dolor de cada uno de los seres con que nos cruzamos...................hasta que descubrimos que es nuestro dolor el que salpica todo.......................es una larga travesia............muy larga..........hasta el momento en que te aceptas , te amas y miras con mirada nueva...........ese momento llega.................un abrazo..
    Montserrat Miguel Bravo

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  2. Qué liberación, ¡Por Dios!.
    Gracias, Indiana.
    Pe

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