miércoles, 25 de julio de 2012

EL CORRIDO DE JUAN SIN ALMA


No sé si ustedes tienen memoria, o edad suficiente, para evocar el “Corrido de Juan sin tierra” de Víctor Jara. Bueno, tampoco es que sea importante, pero quiero que sepan que lo que voy a participarles bien pudiera ser cantado y no contado, aunque quizá quede un tanto largo para una voz y una guitarra al uso, pero, si no es abuso, de su tiempo y paciencia, ahí va el “Corrido de Juan sin alma”, aclarando que tan sólo es eso, una historia cantada, perdón, contada.

¡Va por todos ustedes!
Muchas vueltas dio esa noche Juan en apenas cuatro metros cuadrados de cama com-partidos por una media naranja que hace ya un tiempo mostró síntomas de des-composición, oliendo incluso a cloroformo. Nada comparable a los giros y laberintos del interior de su coco. Ni en la peor de las borracheras de su mocedad sufrió de tanto vértigo. Estos residuos puñeteros estaban empeñados, como el agua del fregadero, en ir al mismo sitio, al sumidero que lo sumía dentro de él succionándolo todo como un molesto añadido que le arrastraba consigo en la caída al centro de su ombligo.

"Andrew Wyeth"

Un revoltijo de imágenes y voces, que él tachaba de recuerdos, se le amontonaban inoportunos, un tanto impertinentes. Imposibles de digerir decentemente por su vertiginosa velocidad.

¿Qué pasaba esa noche? ¿A qué venía toda esta murga nocturna? Había tomado obedientemente, resignado, sus acelguitas y su huevo pasado por agua (sin sal), y de postre el recomendado, por la omnipresente tele, yogur para estar en forma. Una cena espartana sin su “chatito,” porque la cloroformada estaba al quite velando por su tensión alta, y tomada al menos dos horas antes de ir a la cama, como rezaba también el programa “Saber Vivir”- o algo así- y mejor sufrir.

"Dan MacCaw"

Harto de voltear su sacudido cuerpo y de mirar cada cinco minutos el despertador mega-digital con lucecita incorporada, y, sobre todo, para que no se despertase su sufrida guardiana de la salud, acabó bajando de puntillas al piso de abajo. Cada movimiento le costó una eternidad. Cada crujir de rodillas fue maldecido. Y es que, si su puñetero barullo insomne era insoportable, imagínenlo aderezado por un sermón ajeno.

Una vez alcanzado el salón, como un autómata obediente, encendió el televisor y repasó todos los botones del mando a distancia mil o dos mil veces, buscando algo que le distanciara de sí, que le restituyera a lo de siempre. Teletienda, Teletienda, gilipolleces varias, Teletienda… Poseído, suplicando algo que le cautivase lo suficiente como para bajarse de su carrusel particular, que le entre-tuviera, entendió la esencia profunda del infernal aparato. No, no era la “caja tonta”. Más bien “la caja que atonta”. Y en uno de esos zapping mecánicos quedó hipnotizado, que no dormido.

Con los ojos muy abiertos y con talante atónito, esas voces interiores comenzaron a relatar su historia de una manera desenfrenada. Una historia que pronto comprendió que era la crónica de una insatisfacción sostenida y mantenida largos años ha, tantos que ni recordaba cuándo ni cómo pudo comenzar. Quizá remontando los hechos pudiera reconstruir un retrato a través del relato, el hilo que le conduciría a un origen, a una causa. Un detonante culpable de la rebelión que comenzaba a estallar en sus entrañas. El asunto era tan agrio y sólido que se diría que hubiera estado ahí más tiempo del que podría pensarse. Algo gritaba ahora “no” cada vez más fuerte, como un desbocado tambor de ritmo enloquecido, que a cada golpe, aplastaba una a una las situaciones en las que empezó a ceder a la farsa en la que se había sumergido de una manera casi imperceptible, lentamente, inexorablemente, como engullido por las arenas movedizas de lo aprendido, de lo útil, de lo políticamente correcto. ¿Por qué debía él ser correcto si no existía en la raza política ese término? ¿Quién le marcó los límites del bien y de lo conveniente en su hacer? ¿Cuándo fue la última vez que eligió con libertad? Una libertad libre, absoluta, no condicionada por educaciones  ni formas que guardar. Una elección más allá del agradar. ¿Cuándo había sido fiel a sí mismo aun a costa de no convencer al mundo?

Su mirada, alumbrada por las explosiones catódicas del televisor que hacían de faro en la oscuridad íntima de lo de siempre, naufragó en los objetos de la mesita de cristal que de tan manidos, habían llegado a ser inexistentes, irreparables, hasta esa noche. Ahora eran probables pruebas del presunto crimen. Una agenda llena de señas y nombres, referencias de puntos de tangencia con su existencia compartida. Protocolos incómodos que sostener periódicamente entregando las más de las veces un tiempo que creías tener de cara y ahora sentías haberlo extraviado y derrochado con unos individuos extraños y egoístas. Pero esa libretita de tapas de piel de diablo te exigía constantemente una comunicación extramuros, más allá de tu… ¿fortaleza?

"Andrew Wyeth"

Al siguiente destello del faro catódico explosionó en su conciencia lo que para él, en un segundo, entendió podía ser la prueba más contundente para llegar al cuerpo del delito. Una foto familiar de chirriante marco de plata  le apuntaba (¿desafiante?) en posición de atril, como una batería de cañones enemigos.

Sonrisas profidén, vestimentas encorsetadas de pitiminí, cabellos peinados aplastados y bien trillados. Esa imagen “demodé”, como un rayo, lo arrojó fuera de su vida. Más bien lo sumergió bruscamente sin respirar en el frío abrevadero de la misma. La mayor parte de los “sí” cuando quiso querer decir “no”, estaban ahí empotrados. Emperrados. La respuesta estaba a la vista como un libro abierto. Siempre estuvo ahí ante sus ojos que habían sobrevolado ese dato mil veces buscando la programación televisiva saltándoselo a la torera, sin valor.

 ¿De qué estaba realmente enamorado si ni siquiera era capaz de ver en su propia imagen de esos años perdidos ni una sola seña de identidad? ¿En qué se había convertido? Veía el rostro de “su” mujer y encontraba en él más “yo” que en el suyo propio. Ahí estaban todas sus renuncias. En ese paisaje había sembrado tantas esperanzas y otros tantos nada meditados sueños que se quedó dormido y confiado ajeno a la cosecha. Había estado luciendo el sol en sus tierras, reventado una y otra vez la primavera, ¡cuántos ociosos veranos anaranjados pasaron por su puerta entornada! Y él había estado exiliado de todo eso. Se abandonó a sí mismo. Como un fiel vasallo. Por un pingüe diezmo. Por una buena causa. ¡Una tan triste excusa!

"Andrew Wyeth"

El Exin-castillo que había levantado pieza a pieza, jornada laboral a jornada festiva, día a día, celebración a reunión familiar, se resquebrajaba estrepitosamente. En su carnavalesca caída agridulce, cada una de las imágenes, teñidas de grotescos cromatismos, estallaba en el aire. Cumpleaños, ¡Plop!, bodas, bautizos, ¡Plop! ¡Plop!, comuniones, reuniones familiares navideñas, ¡Plop!... ¡Tantas alegrías y sentimientos forzados por un guión que nadie escribiría, pero que todos seguían! ¡Plop!




¿Quién movía esos invisibles hilos de todos los días? ¿Quién accionaba el botón del mecanismo automático de su vida?

Corrió al cuarto de baño como siguiendo una orden y se plantó ante el espejo. Miró su semblante y vio. Ya no vio un rostro sin afeitar y por peinar con la raya al lado. Detrás de esas ojeras de una oscura noche en blanco había una revelación. Una esperanza. Un deseo de los verdaderos. Una determinación que se había abierto paso a través del tupido muro de inconsciencia del sueño de sus vigilias. Había sido un parto extraño e inesperado, pero algo se rompió. Era quizá un asunto inconfesable. No había un lenguaje inventado que lo pudiera expresar a nadie. Pero eso no era importante ahora. No importaba ser entendido o no, ni quien lo hiciera. Las únicas formas que guardaría a partir de ahora serían las de la monotonía en un arcón y bajo una llave que arrojaría al mar más profundo de todos los siempres. No más baúl de los recuerdos ni nada que le hablase de otra cosa que de sí mismo.

Se calzó sus vaqueros que con un poco de esfuerzo pudo cerrarse de nuevo. Hoy sería un buen político. Hoy empezaría a ser “incorrecto”. Más que agradar se empeñaría en agrandar su horizonte.

Fue a la cocina. Nada de descafeinado con leche desnatada y tostadas de pan dextrinado. No más telediarios ni prensa que apresa. Se preparó un buen café largo con dos de azúcar. Lo único que él había padecido era “alta tensión”. Demasiada presión asfixió el alma libre que ahora creía poder reencontrar entrando de lleno en su vida, sin cómplices. Porque eso era algo que, estaba convencido, sólo podía hacer él.

Y se lo bebió sorbo a sorbo en una eternidad que duró media hora. A partir de ese momento su vida sería bebida así, buscando el sabor que hay detrás de todos los aromas que apuntan a uno mismo.

"Andrew Wyeth"
Tomó su guitarra de juventud del trastero. La despertó con un beso y se dirigió al garaje. Mucho le hubiera gustado huir grupas en una “Harley”, habría quedado muy “beat”, pero, ya saben, cuestión de “sí” cuando “no” y viceversa. Pero todo se rodaría con el tiempo. Se conformó con su berlina familiar y, sin dejar ni una nota obligada en la consola de la entrada, puso rumbo al mar. Total, no estaba muy lejos. Apenas 30 kilómetros le separaban de su alma. El tiempo suficiente de dejar que naciese, entre carcajadas, de su pecho una canción: “El Corrido de Juan sin alma”.

Todos los hechos aquí relatados no son pura coincidencia, sino puta causalidad.

EPíLOGO
Juan anduvo por las playas de su infancia y juventud deambulando con su guitarra durante todo el día. Retozó y se rebozó en olores, sabores y alguna que otra cerveza. Frecuentó esa vieja terraza de pescadores invadida ahora, en los veranos, por turistas. Miró cuanta belleza fue capaz de capturar en cada cosa, rincón o buena moza. Y se ocupó de sí por vez primera en… ¡ni se sabe el tiempo! Rascó las cuerdas arrancándoles sonidos adormecidos de antaño, acompañado por la eterna letanía de las gaviotas, que, allí, desde lo alto, no lo habían olvidado.

Finalmente, frente a un ocaso más encendido que nunca, quedó dormido, con los pies besados por las olas de sus horas más puras. En un estado de total embriaguez extática y con una sonrisa grabada a fuego en su semblante, así, sin ningún recato, recibió la primera estrella. Y, como una carta póstuma, enviada desde un pasado atormentado por el sopor de toda una vida derrochada, entregó al aire unos tristes versos garabateados en una servilleta de papel para que el viento de levante los llevase muy lejos de allí, para no volver. Y se amó. Se amó y armó de valor para perdonar a todos y a todo, pero, sobre todo, a sí mismo.

Versos de Juan tal y como fueron encontrados en el papel que arrastró el viento y que quedó pegado en el cristal del ventanuco del farero. Así me fueron transmitidos. Así los transcribí yo:

Autor del texto que aparece en el vídeo: Indiana Om. Para escucharlo, hacer click en play y detener el dispositivo de música que hay a la derecha

 Indiana Om

  © Todos los derechos reservados              


19 comentarios:

  1. Juan sin alma salió a buscar la página en blanco, que un día le arrebató el viento de un destino convencional y sistematizado,para escribir una nueva historia, la suya.

    Genial Texto.
    mj

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  2. Gracias,Gao,la verdad es que lo pasé muy bien escribiéndola.
    Muy oportuno lo de Paris-Texas.¡Cómo me conoces!¡Ay,ay,ay!manita...
    INDy

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  3. jeje!!!
    Bueno, ahora ha quedado mejor. Ayer no me dejó el programa hacer lo que quería, pero ahora sí.

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  4. Es extraordinario. Un texto lleno de matices. Me gusta especialmente esa alusión al juguete del Exín Castillos para utilizarlo literariamente.

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  5. Aquí, a la actualidad te traigo de nuevo Juan sin Alma. Una buena historia hay que resfrescarla de vez en cuando, y ahora, en este veranito, no está de más volverla a leerte.

    Un abrazo Juan sin Alma, estés donde estés...

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  6. Hay un alma por ahí, revoloteando con esa primer estrella, bebiéndose todo el tiempo...

    Saludos, buenas noches.

    (El video no está disponible)

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  7. Hola Luna, no sé..., pero lo estoy visualizando perfectamente desde aquí.


    Buenas noches
    Un beso

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  8. Sigo, tras un parón meditativo tan necesario como intenso, enfilando el final de ENFER que va por su página 73. Y es que hay escritos que necesitan sus vivencias y constataciones, y me niego a escribir de "segunda mano".
    Ha sido una gran sorpresa recordar con Juan sin Alma en verano, tiempo playero, precisamente lo que él añoraba, los paraísos que nos empeñamos una vez en extraviar por jugar a ser adultos y socialmente correctos.
    ¡Que viva la vida!
    Gracias,MJ, gracias amig@s.
    Con amor...
    INDY.

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  9. No conocía al Juan sin alma que aludes.

    Reencontrar el alma y asumirla es para mi, un trabajo de toda la vida en el recorrido vital de todo ser humano que se precie de ser tal.

    Un abrazo

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  10. Juan sin alma fue una de las canciones de Victor que más me emocionaba.
    Lo presencié en un concierto en el cine Marconi de Santiago de Chile y me corrieron las lágrimas.
    Preciosa y mística la versión que has puesto y las imágenes me roban el corazón de tristeza.

    Un saludo desde una Copenhague pensando el Victor a orillas del mar báltico,

    Ian.

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  11. No es nada fácil encontrar el valor para romper los hilos que nos atan a la rutina y al sinsentido de la vida.

    Es una historia más, una de tantas en la que hemos hecho de nuestra vida sólo el deseo de complacer a los demás. Lo normal es que vivamos sin comprenderlo porque una vez metidos en el engranaje de la rutina, es muy complicado tener el valor necesario para escapar.

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  12. Hermosa reflexión, frente a un corrido que hizo historia, ese valor de Víctor Jara... Y lo que está siempre detrás o dentro muy adentro de esa tierra que es alma.
    "¿Quién movía esos invisibles hilos de todos los días? ¿Quién accionaba el botón del mecanismo automático de su vida?"
    Qué buena pregunta... Me ha encantado.

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  13. victor Jara ...cuántos recuerdos!

    Y las páginas y blanco se llenaron con tu hermoso texto cargado de voces libertarias.

    Cariños.

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  14. El corrido de Juan sin alma..y recupero el alma frente al ocaso perdonando...
    Escuche algo de Victor Jara y me gusto, acepto que no se mucho de el pero me gusto mucho el relato y la manera tan maravillosa de gritar libertad.
    feliz fin de semana!!

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  15. "Más que agradar se empeñaría en agrandar su horizonte."

    Es una gran frase dentro de un enorme relato.
    Hay quienes jamás dan ese paso y como dijo Borges: el mayor pecado es no haber sido felices.

    Abrazos

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  16. hola guapa, estoy aún de obras pero he hecho un pequeñin paréntsis

    difícil ese paso pero la recompensa vale la pena.

    El video de paris texas genial

    Besos

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  17. Muy buena entrada, certera, un placer volver a leerte, el video es genial, felices días de sol.

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  18. Bueno, al menos su destino lo encontró a él.

    Algo es algo.

    Besos. Entretenido relato.

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