lunes, 10 de octubre de 2011

CRUZADOS Y BÁRBAROS -lll-

EL CAMELOT DE LA ESPIRITUALIDAD (3ª PARTE)       

Mi vida común y corriente, la de todos los días hasta vislumbrar el Camelot de las promesas y de los ideales espirituales, la ordinaria de todos mis semejantes, se me hace ahora gris y vacía, sin rumbo ni fuste, imposible ya de aceptar. Es la gran amenaza proyectada por una mente de condición tan obtusa como confusa. Comienzo a mirarlo todo por encima de mi hombro cabalgando en mi orgulloso garañón de guerra. Enrolado en la gran cruzada, la madre de todas las causas, emprendo el camino de la “acumulación de méritos” hasta conseguir las ansiadas espuelas de oro, símbolo de la “caballería espiritual”, y me invisto con gran delirio (lúcido) con el papel de todas mis vidas, el “guerreo de la luz” que no se sospecha siquiera en una pirueta reverso de su áurea moneda, un Quijote de agua (agri) dulce.


En mi tan grotesca como grandilocuente empresa arremeto contra todo gigante amenazante en mi búsqueda de lo genuino. Voy deshaciendo los espejismos que obnubilan al ser humano y desprecio sistemáticamente todos y cada uno de los elementos que forjaron mi vida anterior que ya considero pasto de un pasado impregnado por la ignorancia. Ahora miro y creo ver mis fantasmas. Todo se muestra como en una proyección inconsistente desde una mente confusa. Y esa “visión”, esa otra perspectiva, me da un nuevo aliento que tomo apresurado como una victoria en ciernes.


Alimento mi fe y compostura con cuanta lectura esotérica e iniciática me sale al paso, hasta tal punto que vomito palabrería sutil (verborrea espiritualoide) como arma arrojadiza en toda en toda conversación que me asalte, aporreando y arrojando pie a tierra a mis oponentes. La espada de mi “sabiduría” es implacable y siempre hay una cita oportuna cuan mandoble certero dispuesta a desarmar y evangelizar a mis bárbaros adversarios. La luz contra la oscuridad, el refinamiento versus lo tosco. La sutileza purificando lo burdo.



Cuando el desánimo hace empalidecer mis fuerzas en tan gloriosa contienda siempre hay un Merlín dispuesto a encantarme con su magia, un glorioso Tristán al que emular. Un Arturo al que seguir ciegamente. La belleza de una Ginebra a la que idealizar.


Pero el tiempo de los humanos avanza implacablemente y aunque muchas han sido las gestas, la vías recorridas y las asambleas frecuentadas, sintiendo la intensidad del nuevo registro emprendido años ha ya en tu existencia, de repente, como un oscuro relámpago, una sombra de duda te estremece implacablemente. Quizá ya te quiso avisar antaño, (el adulterio de la reina Ginebra, la infedelidad de Lancelot, Modret y su traición...) pero el temor a advertir su parecido con algo “dejá vu”, el miedo ancestral al sinsentido, al lenguaje de lo ilógico, no consiguió paralizarte lo suficiente.

Y comienza a planear demasiado a menudo un pensamiento rapaz describiendo círculos en tu mente cada vez más estrechos: LA INSASTIFACCIÓN.


Te educaste en una postura ante la vida acorde a las exigencias de tus semejantes y de tu entorno. No escatimaste esfuerzos para ser alguien. Competiste creyendo en las reglas del juego social, pero, incluso en lo alto de tus logros, no pudiste evitar la pérdida y el desencanto. El sufrimiento y la confusión se apoderaron de ti. Tú habías sido fiel y aplicado en un sistema (auto) impuesto y un buen día, casi sin aviso, todo se derrumbó, y tu ganancia fue tu mayor pérdida.

Lo lacerante de la herida te empujó a buscar una sanación. Era eso o la más insoportable de las depresiones, una vida más insípida que la propia muerte.

Tras no pocos tanteos emprendiste el vuelo del ave fénix: “el ascenso a los cielos espirituales”. Creíste tanto en ello que llegaste a verlo como único proyecto existencial posible. Sacrificios, tiempo, recursos, renuncias, ritos y mitos. No escatimaste fidelidad y entrega a cuanta religión te fue posible conocer. Te aplicaste con dedicación a sus dioses, ofrendando miles y miles de horas, prácticas, viajes, y a sus gurús. Cada paso esforzado sientes ahora que te ha alejado de la gran promesa. Y, por fin, la evidencia: buscabas una “UTOPÍA perdida y es a TÍ a quien extraviaste”.
(continuará)

Indiana Om
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1 comentario:

  1. Como Perceval, aquellos que aun debemos superar tantas pruebas para llegar a Camelot, conocedores de tantas derrotas, habremos de saber que el reino no volvera a destruirse, pues no seremos nosotros quien lo inventemos, sino que ahora,recor ...dando como fue, reverenciaremos la vida, el verdor de los musgos,el dorado en las espigas y besaremos sus semillas y la tierra nueva, fresca, pura.Alimentaremos el alma de nuevo y las ganas y la risa.

    Scherezade El Yamani Núñez.

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