sábado, 12 de noviembre de 2011

LA OFRENDA DEL AMANECER

El Sol es el creador y sostenedor de toda la vida en nuestro planeta. Es el alimento esencial de todos los seres.
El Sol es luz. El Sol es calor. Es energía. Es el elixir de todo lo manifestado. Su quintaesencia secreta y preciosa.
Sin él, nada es. El reino mineral, vegetal, animal y humano en todas sus formas son pura luz coagulada. Son expresión de la Luz que subyace a luz.

¿Te has fijado que antes del amanecer todo está en un silencio diferente al de la noche? Hasta los lamentos de los seres nocturnos cesan respetuosamente. Es una quietud pletórica. Como una primavera a punto de reventar en la flor con todo el esplendor de sus colores, y aromas y formas armoniosas. Hasta la luna empalidece pasando a un honroso plano invisible para dejar paso al astro rey. La atmósfera es más fresca y pura. El silencio antes citado es un puro potencial de posibilidades creativas. Se prepara el altar de la oración en la Naturaleza con profundo amor y reverencia a él. Las aves inician su sinfonía espiritual, los gallos hace tiempo que anunciaron el evento. Los olores y colores, las formas y texturas comienzan a engalanarse para propiciar el fastuoso marco de la ofrenda del amanecer. Las brumas se apartan serenamente para no estorbar ni velar más, y todo abre sus brazos al rojo incandescente que asoma donde el cielo abraza el paraíso. Escarlata, naranja intenso, y amarillo mostaza hacen brillar perlas y perlas de rocío con un baño de riqueza y generosa gracia.
Comienza el Padre el arco de oro sobre un fondo cian intenso
y riega todo con su majestuosidad, don y poder.
El Sol está en todo, el Sol es todo.
¿Puedes tú estar al margen del todo?
¿Puede el todo ser todo sin tí?
El Sol está en tí.
El Sol eres tú.
Mira con reverencia y asombro, con profundísimo sentimiento, al Sol nacer cada día. No lo mires sólo con los ojos. Sólo son los ventanales de cristal que asoman a la luz. Deja que ésta entre en tí a través de todos los poros y orificios de tu cuerpo y cale hasta lo más íntimo y profundo de tu ser. Que resuene en todos sus niveles. Dale la bienvenida con entrega, amor y reverencia. Báñate de él. Respíralo. Más allá, más allá de la luz física que sólo es un vehículo, su “santo y seña”. El Sol Padre busca al Sol Hijo que hay muy dentro de tí. Que ya está y eres. Cariñosamente, el Padre abre la ventana de tu cuarto y canta para que despiertes.
Dale los buenos días y comienza tu jornada investido del oro de la divinidad. Desayuna riqueza y prosperidad, para poder entregar amor en todos los momentos del día. Cógete de su mano, déjate llevar, permítele confiar. Atrévete a ser divino.
Indiana Om
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