Extracto del relato “BLUE PARADISE”
de Indiana Om
Escrito el día de difuntos de 2012
Las dos figuras se bañan de infinito. Sus almas parecen
vibrar en una misma frecuencia. Un coyote aúlla su tristeza donde se pierde el
horizonte.
-“Eva…”
-“¿Si?”
-“¿Tú crees que
nosotros hemos coincidido en algún tramo más?
Es decir, ¿crees que es posible que hayamos viajado juntos antes, por
ahí arriba, en esos abismos elevados? Siento que te conozco, pero no logro
encontrarte entre mis recuerdos. Cuando tú naciste yo tendría poco más o menos la
edad que tú tienes ahora. ¿De qué podríamos habernos conocido tú y yo? ¿Dónde
podríamos haber coincidido? Y, sin embargo, siento que nadie me ha sido tan
familiar como tú lo estás siendo esta noche.”
-“Tal vez, Adam, no me
recuerdes en el pasado, porque lo estás haciendo en el futuro.”
-“N-no logro entender y
te juro que me esfuerzo en ello.”
-“Mira. En cada punto
de esos… abismos elevados, como tú los has llamado, empieza el universo. Cada
punto es el origen de todo. De todos los todos. Es el punto cero de un eje de
coordenadas donde se mide la existencia. Cada punto es infinito. Contiene al
universo y más. Imagina infinitos puntos infinitos. Infinitos puntos que
contienen infinitos universos, que empiezan y acaban, que nacen y mueren, que
respiran y se disuelven de nuevo en sus soportes forjados de nada. ¿Puedes
abarcar remotamente lo que estoy tratando de decir? Tal vez no, y no te culpo,
porque tú eres apenas un destello que se produjo en un instante fugaz, dentro
de cualquiera de esos infinitos puntos, que contienen plegados todos los
universos posibles, con sus espacios y sus tiempos, como requisitos, para que
puedan acontecer. Tú sólo estás tratando de revocar tu trayectoria hacia el
lugar indeterminado desde el que partiste, desde la determinación que asumes
por ignorancia. Quieres solidificar un dibujo trazado en el aire, para obtener
un mapa, una ruta dimensional. Quieres que cuaje un pensamiento, un
sentimiento. Que encaje en un destino, para poder seguirlo fielmente. Y
desconoces que en este punto, en este mismo lugar en el que te encuentras, en
este espacio que pisan tus zapatos, están todos los posibles lugares, todos los
universos, todas las realidades posibles para ti. Aquí no hay otra cosa que un
caudal de infinitas opciones y tú, con tu deambular insensato, no has hecho más
que elegir una, tan sólo una de todas las posibilidades que podrían haberse
desplegado, que podrías haber vivido.
Adam, aquí, ahora, está
todo y a la vez no hay nada. Una estrella negra se desperezó en algún poro del
vacío oscuro del infinito, y estalló de gozo, volviéndose, después de emitir su
esperma de luz, a sumir en su sueño profundo. Tal vez esa luz que ahora estás
viendo en esta madrugada olvidada, en el futuro de esa estrella que ya feneció,
sea lo único posible. Una luz que sigue viajando, haciéndonos recordar su
origen en la estrella que vemos colgada en el firmamento. Pero esa estrella ya
no es y sin embargo, a su vez, la vemos. Desapareció hace millones de años, en
un punto del espacio y el tiempo, que empezaron con ella, pero seguimos
viviéndola. Es… es una realidad en diferido. Retransmitida. Está y no es. Es y
no está.
Acaso esa estrella sea
lo único que hay. Lo único que es ahora. En este nuestro ahora que las palabras
no alcanzan a mostrarnos.”
Eva se gira hacia el viajante y acerca su rostro a menos de
un palmo del suyo, para confrontar sus ojos.
-“Adam, mira en mis
ojos la estrella que yo estoy viendo en los tuyos brillar… Mira atentamente.
Trata, por el amor de Dios, de concentrarte y comprender. ¡Mira insistentemente!
¡No te alejes más! ¡Sal de este sueño de una vez por todas!”
La joven se aferra en un abrazo estrecho, apretando sus
pechos contra el corazón confundido del maduro, como para hacerse una con él.
-“¡Por todos los
santos, Adam, mírame a los ojos y dime que ves esa estrella. Dime que la ves.
Adam, amor mío, dime que ves la misma estrella que yo estoy viendo ahora. En
este ahora en el que al fin hemos coincidido!”
Eva se funde aún más en ese abrazo hasta casi hacerse
transparente. Sus ojos arden en llamaradas de lágrimas que brillan como
candelas. Unas lágrimas de lava que abrasan su rostro de desesperación.
Adam tiembla de confusión, impotente. Sus piernas están a
punto de ceder al vértigo, y su cabeza al pánico. Su razón delira ante la presa
del abrazo de la joven, en la que sólo alcanza a sentir un cuerpo, un ardiente
y sensual cuerpo de adolescente con alma de anciana. Él quiere bañarse en la
sabiduría que se le despliega, pero su voluntad rechina estridentemente ante el
fresco racimo de la carne.
-“¡Adam, por favor,
amor mío, deja de desearme. No obnubiles tu conciencia ahora. Despierta de una
vez y regresemos a casa! ¡No es difícil. Sólo tienes que mirar. Tan sólo eso!”
El hombre, presa de la excitación más intensa que recordar
pueda, trata de entender a la chica que gime entre sus brazos. Él quisiera ver
esa estrella que le señala, tan cerca como está de ella, pero está ciego. Se
siente a años luz de esa estrella que no acierta a adivinar. Espesos nubarrones
se interponen entre las demandas de ella que solloza, y la erupción de su
pasión. Una pasión que no había experimentado en toda su vida.
-“¡Deja de desearme,
Adam, te lo ruego, y regresa conmigo. Acabemos con esto de una vez. Me ha
llevado toda una eternidad encontrarte, amor mío. No lo malogres por un
instante carnal. Olvídate de este estúpido cuerpo! ¡No mires mi cuerpo. Trata
de mirar mi estrella, por favor. Mírala. Mírala…!”
Por fin, el conflicto que bulle en las entrañas del hombre
estalla. Adam presa de la más irracional confusión, rechaza con cierta
violencia a la joven que cae a tierra entre gritos de consternación.
Adam corre hacia el interior del “Blue Paradise” tropezando
hasta con el espacio, en su locura por evitar un mal mayor. La chica se
sobrepone y, en su desesperación, le sigue gritando una y otra vez su nombre.
El viajante varado, alcanza la escalera que sube al pasillo de las
habitaciones, dando manotazos en la oscuridad para llegar rápido a su cuarto.
La joven Eva le sigue, llorando dramática, sin dejar de suplicarle para que
recapacite. Adam abre su puerta y trata de cerrarla rápidamente, como para
impedir que su perseguidora entre. Pero ella ya está allí, plantada en el
umbral, con unos ojos más encendidos que nunca por el brillo de sus lágrimas,
más hermosa que nunca, más mujer. Más hembra, con la blusa desajustada que deja
asomar un hombro desnudo y parte de un seno que queda casi al descubierto en su
descuido por la violenta carrera tras él.
Adam, que ya no es el Adam reflexivo de hace apenas unos
minutos, siente desbordarse en él toda la pasión más irracional que imaginarse
pueda. Con una explosión animal, se abalanza sobre la joven que, atónita y
exhausta, impotente e indefensa, se entrega voluntariamente, con sumisión
asumida, con resignación adquirida. La puerta se cierra de golpe y el silencio
del pasillo vela en la penumbra de la noche. Al fondo, la estrella de Marshall,
que pende en la puerta amarilla, se ensombrece en esas horas que preceden al
alba del día de difuntos. Una estrella que permanece sola. Muy sola en esa
eternidad del corredor. Un corredor hacia ningún sitio.
Indiana Om
Diciembre 2012
Nadie antes había explicado mejor el infinito. Gracias Indiana OM
ResponderEliminarme gusta mucho.
ResponderEliminarMisterioso, este extracto de tu relato “BLUE PARADISE”. Recuerdo perfectamente la fecha en la que lo creaste. Sin duda alguna, sólo tú sabes lo que significó para ti escribirlo. No puedo evitar acordarme de la cantante Eva Cassidy...las coincidencias que se te dieron mientras lo escribías, entre otras cosas más que se compartieron con el grupo en nuestra Sala de Yoga y Meditación.
ResponderEliminarEn cuanto al relato, es muy simbólico, a parte de hermoso y, como he dicho al principio, misterioso.
mj
La puerta se cierra en la oscuridad
ResponderEliminarque precede a la muerte.
Un gran abrazo
Muchas gracias a tod@s...es un placer escucharos y recibiros...
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